––¡Marcos! ––exclamó Jorge cuando sintió una mano entre sus piernas.
Marcos había estado toqueteando a Jorge durante un largo momento. Sin embargo a Jorge no le gustaba la idea de tener intimidad todos los días, y no porque no quisiera hacerlo muy seguido, sino que no quería que se perdiera la magia que estos poseían.
––Déjame acariciarte ––le dijo Marcos con voz sensual––. Eres mío. Y aunque no fuera así me provocas con solo tenerte muy cerquita.
––No ––respondió Jorge en seco, algo que extrañó mucho a Marcos––. Recuerda que tenemos que ir por mi madre en un momento. Te ofreciste a llevarla a comer; la consientes con frecuencia.
––Es tu madre, Jorge, por favor ––habló Marcos luego de levantarse de la cama con una fuerte erección; se acomodó el cinturón que antes se había desabrochado y fajó su camisa de botones.
Jorge se puso de pie e hizo un nudo a los cordones de sus converses, luego se acomodó la playera y los jeans que yacían desajustados.
––Sí y por eso mismo lo digo. Mi madre cada vez se está haciendo... Me refiero a que gasta dinero como si tuviéramos mucho. El casino, la zapatería, el antro... ––dio un suspiro tan alargado.
––Deberías relajarte y valorar más los detalles que a ambos comparto.
Jorge arqueó las cejas, viéndole a los ojos con una mirada inquieta.
––Si quisiera relajarme lo haría, Marcos. Pero darme el día es problemático sabiendo que harías un desastre en la cocina y en cualquier parte. En todo caso si te dejo lavar las prendas las mancharías de cloro; además, si te dejara hacer el súper nos encontraríamos en serios problemas, porque solo traerías puros chocolates ––Jorge comenzó a contarse los dedos––, dulces de sabores, croquetas para perro cuando no tenemos uno, y por supuesto, artículos navideños cuando ni siquiera es temporada decembrina.
––Deja de exasperarte. Opino que deberías tomarte el día ––Marcos insistió con calma. Vio a Jorge inquieto y demasiado preocupado.
––¿Cómo quieres que no me irrite si vamos tarde? ––señaló su reloj––. Pasan de las doce del mediodía y mi madre ya está esperándonos.
––¿No será que tienes algo? ––Marcos le tocó la frente al acercarse.
Jorge le hizo la mano a un lado, molesto porque no estaba enfermo.
––No tengo nada, sólo quiero que nos demos prisa ––tomando dinero suficiente de su cartera, esperó a Marcos en la entrada principal.
Marcos bajó la mirada, resignado tras saber que el carácter de Jorge era siempre el mismo. Ya estaba acostumbrado y eso le enamoraba más. Le hacía desearlo tanto, porque nadie podría comparársele.
––Bueno, andando ––mencionó Jorge luego de abrir y salir al exterior de la casa de Marcos, guiándose por las líneas del suelo porque quería evitar algún accidente; los autos ahí pasaban muy veloces––. Mientras más pronto lleguemos con mi madre, mucho mejor.
Avanzaron por la calle y subieron al automóvil con las caras distanciadas. Se avecinaban nubes grises y un posible diluvio; claramente el firmamento no se equivocaba, así que debían ser cuidadosos.
Jorge sintió unos golpecillos extraños en el pecho en cuanto observó el cielo una vez más, como un presentimiento; y sin embargo apresuró a Marcos para que arrancara el auto una vez dentro.
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Entre sábanas blancas ©
Teen FictionTres historias diferentes en donde cada uno deberá averiguar lo que es la felicidad. No todo es lo que parece y sabrán que es así en esta historia. Algunos jóvenes gay tienen la vida que muchos envidian, otros simplemente la desperdician explorando...