3.- LO QUE PASA UNA VEZ VUELVE A PASAR

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––¡Vamos! ––Sebastián exclamó tan emocionado como cada noche que solía ir de antro––. ¡Ya verás que este lugar será más que divertido! ––apresuró el paso; un muchacho pelirrojo le siguió deprisa.

––Eso espero ––dijo el joven pelirrojo que, de cuerpo delgado pero tonificado, sexualmente activo y de esos que fácilmente se dejaban llevar por el deseo, arqueó las cejas tras sentirse algo inseguro––. Habiendo decenas de antros en la ciudad decidiste traerme a este ––lanzó un sonido suave con los labios––. Es mi primera vez en un antro y no quiero tener que buscarte en todos lados. Espero que no me dejes solo por irte con un muchacho apuesto.

El pelirrojo avanzó junto a Sebastián hasta aproximarse a un edificio alto cuyos banderines de colores se mecían con el poco viento. La música de adentro se oía fuerte y los gritos de los adolescentes y adultos exclamaban satisfacción y emoción de la buena.

––Cien cada uno ––dijo poco después un hombre robusto y elegante en la entrada. Era la persona encargada de cobrarle a la gente.

Sebastián se cruzó de brazos y esperó a que su amigo pudiera pagar.

––¿Qué? ––expresó arrogante y curioso el chico pelirrojo––. ¿No se suponía que no había cover esta noche, Sebastián? Esto es indignante.

Sebastián rió y se apenó demasiado debido a que otros chicos escucharon, aunque trató de no tomarle importancia a las demás opiniones.

––Déjate de tonterías y paga que no tenemos tanto tiempo que perder ––exigió y sonrió al comprobar que las personas siempre aceptaban sus peticiones, pues se beneficiaba de su belleza y complexión perfecta––. Hay que aprovecharlo todo estando allí dentro ––dijo coqueteando con el hombre quien ya les daba sus entradas.

––Igual que todos ––comentó el hombre con una sonrisa muy coqueta.

––Preocúpese por sus asuntos ––le dijo el pelirrojo con tanto celos.

––Vamos, Gabriel. Quiero bailar, beber hasta ponerme de la chingada y coger con alguien guapo esta noche. Mientras más me ponga ebrio, mucho mejor será a la hora del acto ––Sebastián se mantuvo viendo al hombre, demostrándole que estaba dispuesto a todo.

––Entremos ––dijo Gabriel no sin antes de que el hombre les detuviera.

––Pónganse esto ––les dio una pulsera de colores a cada uno, sonriendo––. Es cortesía de la casa. Ya después me pagarán el favorcito ––guiñó un ojo a Sebastián e ignoró al chico pelirrojo, sonrojado.

––Gracias ––afirmó Sebastián, cuando él y su amigo se fueron adentrando a un pasillo largo y oscuro que estaba guiándoles al interior.

Allí dentro había mesas y barras alrededor de varias pistas de baile, además de cientos de personas, todos hombres, bailando y fumando como si nada más en la vida importara. Para ellos era diversión y bastaba con embriagarse y aprovechar la oportunidad para aceptar irse con alguien a quien no conocían, solo por sexo salvaje.

Gabriel pasó por un lado de varios jóvenes que bailaban con la música electrónica, se frotó el pantalón vaquero por encima de sus genitales, tomando en cuenta lo que Sebastián le había dicho en algún momento, sobre tener relaciones sexuales luego de irse del antro.

Sebastián y Gabriel avanzaron por en medio de un escenario bañado de tenues luces destellantes y de cientos de jóvenes que bailaban atrevida y calenturientamente. Unos iban normalmente vestidos y otros de manera muy extravagante: con lentes de sol, antifaces, ropas coloridas y fosforescentes donde en las cabezas llevaban puestas unas diademas y pulseras de colores como las suyas.

Entre sábanas blancas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora