11.- LA VERDAD SIEMPRE SE DESCUBRE

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Marcos respondió la llamada telefónica con una mano minutos después, mientras que con la otra mantenía firme el volante para conducir.

––¡Te dije que no me llamaras cuando estuviera en casa! ––gritó observando por el espejo retrovisor que algún vehículo no pudiera derribarle.

––Tranquilo ––comentaron con sarcasmo al otro lado de línea telefónica––. No te enojes, precioso. Cuando llegues vamos a relajarnos.

––¡Es en serio! ––Marcos apretó los dientes, furioso tras esa última palabra––. ¡Ya estoy hasta la madre de tus pendejadas, Daniel! ¡Te dije que esto solo debía ser de una vez! ¡No voy a elegirte ni tampoco llegaré a amarte! ¡Sabes que lo hago para evitarnos problemas! ¡Solo quiero que a mí y a Jorge nos dejes tranquilos! ––añadió––: ¡Acaso no estás viendo que lo estamos lastimando?

La persona con la que Marcos hablaba por teléfono se burló enseguida, pues sus carcajadas de mal gusto se escucharon con resonancia.

––Créeme que esto no va a acabar bien si sigues haciéndote el chico fiel ––comentó riendo––. Si vuelves a alterarte hablaré con Jorge para pedirle... consejos de cómo hay que ser en la cama, cogiendo.

Marcos detuvo el auto de inmediato. El semáforo cambió con rapidez a rojo, pero eso no fue el motivo para parar, sino por el descaro de Daniel y sus palabras; estas le estaban quitando la paciencia, y al parecer no iba a dudar en responderle con tales alaridos.

––No seas cabrón, Daniel ––gruñó––. ¿Cómo le vas a decir esto...?

––Sí, le pediré algunos consejos ––volvió a reírse––. Y le preguntaré cómo puedo ser un buen pasivo. Realmente es difícil dominarte cuando estamos juntos; parece que mi culo no te es agradable.

––¡Cabrón!

––¡No me hables así, Jorge! ––Daniel gritó como si estuviera enfermo. Estaba perdiendo la cabeza––. ¡Dime amor; o bebe hermoso o corazón! ¡Como quieras! ¡Pero no me insultes o me grites!

Marcos estaba estirándose el cabello de lo frustrado que se hallaba.

––Es en serio, Daniel, me estás hartando y no puedo seguir aguantando.

––Tienes mucho que perder, Marcos. Si no quieres que Jorge realmente se entere de lo que hicimos aquella noche cuando lo dejaste solo en tu casa, pues tendrás que cooperar. Tú debes comportarte como si fueras mi novio, mientras estemos entre sábanas. No me has traído esas flores que tanto he estado exigiéndote, ni los chocolates blancos con nuez o almendras; tampoco hemos jugueteado a tocarnos nuestras partes mientras conversamos ––añadió con tono severo––: Si no comprendes realmente el acuerdo que tenemos sobre nuestro secretito, tu noviecito Jorge tendrá que pagarlo y muy caro ––le siguió amenazando––. ¿Crees que querría recibir otra mala noticia? Tratándose de lo que le pasó con su madre, ¿te gustaría que enfermara de nuevo? Su depresión ha sido algo delicado, que sobrellevó apenas. Otra decaída no le sentaría nada bien ––rió burlón––. Así que para evitarnos problemas, este será nuestro secretito.

Marcos volvió a acelerar el auto cuando el semáforo cambio a verde.

––¿Nuestro? Escúchame bien, Daniel. ¡Estoy harto de tus tonterías!

––¡No me levantes la voz diciendo que son tonterías! ––Daniel gritó muy fuerte al otro lado de la línea––. ¡Jorge sabrá nuestro secreto!

Entre sábanas blancas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora