2.- ... y como me fui

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Después de la muerte de su madre me convertí en el único consuelo y compañero de juegos. Su padre prácticamente desapareció también de su vida, pasaba pocas horas en casa y durante esas horas apenas se molestaba en ver a su hija, tal vez se sentía culpable pues el conducía durante el accidente que tuvieron y en el que solo su esposa había salido lastimada, tal vez era que la pequeña Mina cada día se parecía más a su madre o tal vez simplemente no la quería. Nunca me pareció un gran hombre, nunca me pareció un gran padre, había abandonado a su hija que acababa de perder a su madre, pero ahí estaba yo para cuidarla, tal como me había pedido su madre.

Pasaron los años y las cosas poco a poco iban cambiando, Mina iba creciendo y aunque era una niña dulce y amable no mostraba mucho interés en hacer amigos, eso me alegraba, pues así podía seguir siendo el número uno en su corazón, solo conmigo reía, solo conmigo lloraba y eso me hacía sentir especial. Mina empezó a asistir a la escuela y su padre la inscribió en clase de danza y piano, en ambos mi pequeña resultó ser muy talentosa. Yo pasaba todas las tardes y noches en su casa, yo contándole las cosas que aprendía y ella mostrándome los nuevos pasos aprendidos o alguna canción en el piano. A su padre no le importaba, desde la noche en que su esposa murió dejo de decirle a la niña que olvidara a su amigo imaginario.

Cuando cumplió diez años su padre llevo una nueva mujer a su casa, se había vuelto a casar y la mujer llevaba consigo a sus dos hijos, Adam un niño un año menor que Mina y Cristina, un año mayor que ella. Esto significo todo un cambio para nosotros. La nueva mujer de su padre era muy diferente a su anterior esposa alta y rubia, pasaba poco tiempo en casa pues asistía a muchos eventos sociales, no era cariñosa y aunque no era mala en su corazón no había lugar para la pequeña hija de su esposo, apenas los suyos, en especial la mayor.

Mina estaba emocionada por tener hermanos sin embargo en cuanto los niños llegaron comenzaron a molestarla en especial con el asunto de los “amigos imaginarios” de Minerva. En esos años habíamos descubierto que Mina no solo me podía ver a mi sino a todos los seres sobrenaturales con quienes nos habíamos topado, en una ocasión llego a casa quejándose por que un pequeño hombrecito se había colado en su clase de ballet y le había puesto el pie a la profesora, la cual se lastimo el tobillo y la clase se tuvo que suspender por tiempo indefinido, tras de ella entro un duende riendo y diciendo que en vez de quejarse debería estarle agradecido pues gracias a él tendría más tiempo para jugar, obviamente lo eche a patadas de la casa y cada vez que lo encontrábamos lo amenazaba con el puño para que no se acercara a mi protegida.

La noche en que su nueva familia llego a casa Mina trato de mostrarse amable contando alguna anécdota graciosa acerca de alguno de los seres que habíamos conocido pero en cuanto termino su historia los dos niños comenzaron a burlarse de la pequeña a la que tachaban de loca, su madre pensó que era una niña malcriada y consentida pero que ese no era su problema y su padre no se interesó siquiera por la historia. Así comenzó una etapa en que Mina se convirtió en el blanco de burlas y travesuras de sus nuevos hermanos.

Adam me recordaba constantemente a mí mismo cuando de más joven me gustaba molestar a Mina sin embargo su hermana era otro asunto, Cristina era cruel y podía ver en su mirada llena de celos como disfrutaba hacer sufrir a mi pequeña y yo no podía hacer nada pues Mina me había hecho prometer que me comportaría con su nueva familia. Pero simplemente en una ocasión no pude más y actué.

Habían pasado dos años Mina tenía 12 años mientras Cristina se acercaba a los 14. Mina cada día estaba más hermosa con sus suaves ondas rojas que caían sobre sus hombros y enmarcaban su pequeño rostro de ángel donde brillaban sus grandes ojos. Cristina también se había puesto muy guapa. Su pelo rubio, largo y liso, su piel clara y con las mejillas sonrosadas hacía una perfecta armonía con sus ojos dorados y de largas pestañas negras, era hermosa y lo sabía sin embargo le tenía envidia a su hermanastra y sus rasgos tan peculiares que siempre le ganaban la atención de los demás, aunque ella no la quisiera. Una noche esa malvada criatura entro a la habitación de Mina y prendió fuego a sus cabellos. El olor de quemado me despertó de mi sueño para encontrarme la cabellera ardiendo de mi pequeña, como pude apague el fuego evitando que las llamas quemaran el cuerpo de Mina sin embargo más de la mitad de sus rizos habían desaparecido. Nadie creyó cuando mi pequeña acuso a Cristina, quien había atentado antes contra su cabello, solo Adam se dio cuenta de la verdad pues ya había notado la envidia que sentía su hermana por la pelirroja. Desde ese momento dejo de molestarla tanto e incluso a veces la defendía de su hermana, sin embargo no se acercaba a ella por considerarla demasiado extraña.

Su príncipe elfoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora