- Así que la hija del Rey Mikel huyó con un humano, eso no lo cuentan en los libros de historia – comentó Aren sentado junto a Kaesen, ambos estaban absortos en la historia, incluso el soldado había abandonado su puesto en la puerta. – Pero eso pasó hace siglos, no entiendo que tiene que ver con Mina.
- Si me dejaras continuar podría explicarlo.
- Lo siento, continua. – La rubia suspiro resignada, su amigo era demasiado impaciente, bueno al menos estaba ahí escuchando.
- ¿Lograron escapar? – pregunto Minerva estrujando nerviosa la mano de su amigo mientras el mayor la miraba enternecido y preocupado, ella todavía era una niña que se emocionaba con los cuentos, era muy inocente y aun así tendría que enfrentarse a su destino. Suspiró.
- Por el momento si, Marja suprimió toda su magia viviendo como humana y con el hechizo para ocultarse pasaban desapercibidos para los elfos.
El plan de Marja era tener a su bebe y esconderse de su padre hasta que su hijo tuviera la edad y fuerza suficiente para enfrentarse a él, al fin y al cabo sería el legítimo heredero al trono de los Elfos de la Luz de Fuego ahora que la llave descansaba en el hijo que crecía en su vientre.
Los meses pasaron, en algunas ocasiones casi fueron descubiertos pero lograban escapar a tiempo. A pesar del peligro al que estaban expuestos la pareja estaba feliz esperando a su hijo. Ellos se amaban y como jóvenes que eran en ese momento no pensaban en nada más. El día por fin llego, la partera de pueblo llego a la pequeña casa del herrero donde la joven elfina era consumida por los dolores del parto.
Después de varias horas de labor, un llanto lleno la habitación de la parturienta, la chica respiro aliviada, pero un nuevo dolor le indico que aún no había terminado. Marja abrió los ojos asustada, no era un niño, eran dos. La joven cayo inconsciente cuando el segundo bebe estuvo fuera. Horas después al fin despertó, Dan se acercó con sus dos hijos en brazos y los coloco en la cama para que pudiera verlos.
- Mira cariño, nuestros hijos, una niña y un niño. – Marja los miro y el entendimiento llego a ella mientras un fuerte dolor le perforaba el pecho.
- ¡Son gemelos! – exclamo mientras liberaba el llanto – son dos.
- Cariño no te pongas así, será un poco más complicado, pero saldremos adelante los cuatro.
- No Dan, tu no entiendes – dijo mientras tomaba a sus hijos por primera vez y los abrazaba como si así pudiera alejarlos del peligro – la profecía Dan, la llave se ha dividido. – y entonces tomó una decisión, tal vez no la mejor pero si la que creyó conveniente para alejar a su padre de sus hijos al fin era a ella a quien buscaba. – Debo regresar con mi padre.
- ¡Que! – exclamó.
- Tengo que – explico ella llorando – es la única forma de mantener a mi padre lejos de los niños. Él no debe saber de su existencia. – Entonces Marja le conto todo lo que sabía sobre la profecía y de su pueblo, pero más que nada le hablo sobre la obsesión de su padre por superar a los dioses y exterminar a los humanos. Esa noche la pareja se despidió con lágrimas en los ojos, la elfina beso las frentes de sus hijos y se marchó sin siquiera conocer sus nombres.
Algunos días después estaba de vuelta en el que había sido su hogar hace años pero que ahora sentía más como una prisión. Los guardias se alegraron de verla y la llevaron rápidamente a asearse para ver a su rey. Pero el rey, su padre no estaba tan feliz de tenerla enfrente. Despidió a todos los que estaban en la sala del trono y se quedó a solas con su hija, le grito, la insultó y finalmente de golpeó el rostro partiéndole el labio. La princesa soportó todo sin parpadear ni soltar una sola lágrima mientras la sangre caía de su labio. El monarca se dio cuenta de algo al percibir la sangre de la muchacha, su esencia estaba diferente. Faltaba la llave. Se lanzó contra ella sujetándola del pelo exigiendo una explicación. Explicación que ella se negó a dar. La golpeo una y otra vez, esperando que con el dolor la chica decidiera hablar, pero ella se negó a pronunciar siquiera una súplica y en un desesperado ataque de furia de rebano la garganta. Marja cayó al suelo mientras se desangraba y las lágrimas acudían a sus ojos, pero no lloraba por el dolor si no porque ya no volvería a ver a sus hijos ni al amor de su vida. Y en su último aliento dedico una súplica a la Diosa, que mantuviera a sus hijos a salvo de su padre y que llegada la hora pudiera reencontrarse con Dan.
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Su príncipe elfo
RomanceMina no tiene madre, su padre la ignora, tiene una odiosa hermanastra por si fuera poco, su mejor amigo y primer amor, la abandona justo antes de cumplir trece años aún cuando prometió que nunca la dejaría. Pero no le guarda rencor, sabe que así ten...