5.- Tres años después

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La vida como el agua del rio sigue su curso, aunque los caminos se separen la vida sigue y así les pasó a Aren y a Mina aunque el dolor de la separación fue inmenso ambos eran lo suficientemente decididos para no dejarse caer.

Aren comenzó un largo viaje en busca de la que sería su compañera aunque no estaba muy seguro de encontrarla pues en su corazón ese lugar ya estaba ocupado por la única a la que podría llamar su princesa, Mina.

Visitó muchos pueblos elficos, pues al parecer todos tenían una candidata, incluso el suyo, pero la descarto por considerarla tan cercana como una hermana, aunque a veces pensaba que tal vez por eso sería la mejor opción ya que estaba seguro de que no podría volver a enamorarse. O al menos eso pensaba hasta que se encontró con ella.

Ya habían pasado más de tres años desde que se había separado de Mina quien debería estar rondando los 16 años convirtiéndose en toda una mujer. Todos los días se preguntaba como estaría ella, se la imaginaba con sus risos rojos enmarcando aquel rostro lleno de pecas iluminado por un par de joyas verdes, sus ojos; seguro estaba más hermosa que nunca y suspiraba por volver junto a ella. Muchas veces había esperado escuchar el llamado de Mina, incluso aguzaba el oído tratando de escuchar su nombre de labios de ella, pero nada, después del primer día, no había vuelto a decir su nombre ni siquiera en sueños. Se preguntaba si se había olvidado de él, y esa idea le dolía.

Al fin llegaron al país de nieve, donde se encontrarían con una princesa de la que se decía que además de bella tenía grandes habilidades proféticas y de adivinación. Tenía mucha fe en este encuentro, ya que si esta princesa no era la indicada al menos podría señalarle el camino. Como siempre iba acompañado por una pequeña caravana donde había grandes soldados entre ellos su casi hermano y brazo derecho Kaesen, si, ese mismo que lo había ido a buscar la noche en que partieron, el único que sabía cómo se sentía realmente el corazón del príncipe.

Los recibieron con toda clase de atenciones y se preparó para conocer a la princesa Eirny. La cita fue en un salón del palacio de Nieve, esa habitación en particular parecía esculpida en hielo y no dudaba que así fuera, estaba iluminada por una luz blanca que hacia parecer todo más frio y en medio de la sala había dos sillas de cristal en una de ellas había una joven de rubios cabellos que llegaban hasta el piso, en ese momento era todo lo que podía ver pues la joven le daba la espalda.

Aren hizo una reverencia y se presentó, la princesa se giró lentamente, cuando la tuvo de frente Aren contuvo el aliento por unos segundos, él nunca había visto un ángel, pero estaba seguro que Eirny era la viva imagen de uno. Su cabello dorado y ondulado, su piel blanca y sus labios rosados, solo le faltaban un par de alas y salir volando de ahí. Pero lo más impactante que eran aquellos ojos azules, tan profundos que parecía que te perdías en ellos. En cuanto Aren los vio supo que no podría esconder nada de ellos.

Semanas después una caravana del triple de tamaño salió del país de la Nieve hacía las tierras de Aren pues en ella viajaba la princesa que llevaba entre su equipaje un sinfín de planes y secretos.

Mientras tanto la vida de Minerva había mejorado desde que había conocido a Leandro, que como bien lo decía su nombre era un gran protector. Gracias a él Neva, como le llamaban ahora, se había dejado de sentir sola incluso hablaba con alguna compañera de clase aunque su único amigo seguía siendo Leandro, ahora se permitía que otros se acercaran a ella. Adam incluso se había vuelto en un verdadero hermano con ella, todo gracias a Leandro.

Una tarde en que estaban Leandro y Neva en la cocina comiendo helado, ya que Leandro pasaba mucho tiempo en casa de Neva para evitar a la odiosa de Cristina que no salía de su casa por estar con su primo, Adam llego echando fuego.

-          ¿Adam estas bien? – pregunto Leandro, ya que si Neva lo hacía era muy posible que no recibiera respuesta.

-          Si… bueno no – dijo sentándose junto a ellos rendido – El profesor de matemáticas me mandó a llamar dijo que si no apruebo su próximo examen me regresara un año, el problema es que el examen es en una semana y yo no sé absolutamente nada. Pensé en comprar el examen, pero el viejo me va a hacer un examen especial en su despacho. No tengo salida.

Su príncipe elfoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora