Enrede mis brazos alrededor del cuello de Leandro mientras nos alejábamos de la escena, lo necesitaba tanto, él era mi sostén y agradecía tanto que me llevara en brazos porque en el estado en que estaban mis temblorosas piernas dudaba que pudiera sostenerme en pie. Presentí que hoy no sería un buen día desde que al llegar a la escuela sentí su presencia. Luego lo vi.
Leandro había ido a recogernos a casa esa mañana. Nada más llegar Adam corrió a reunirse con sus amigos, entre ellos una linda castaña que lo había ido a visitar varias veces a casa y que a mí me agradaba mucho, cuando llego hasta ellos los saludo efusivamente causando el sonrojo de la chica que me volvió a ver y me saludo con la mano. Yo le sonreí y regrese mi atención a mi amigo quien no dejaba de hablar de las cosas que haríamos saliendo de clases.
Me daba gracia, Leandro disfrutaba de la escuela, aunque no era el mejor estudiante y muchas veces terminaba dándole clases particulares para que lograra aprobar sus exámenes, le gustaba el tiempo que pasaba en la institución, él no podía parar, siempre estaba en movimiento, se metía a cuanta actividad encontraba y generalmente me arrastraba con él aunque solo fuera como espectadora. Siempre estaba haciendo planes, aunque pocos los realizaba pues estaba constantemente inventando nuevos. Perdí el hilo de la conversación cuando sentí una presencia muy familiar pero que esperaba no volver a sentir en mi vida. Aren estaba cerca. Comencé a buscarlo con la mirada hasta que lo vi. O al menos me pareció verlo.
Dos motos aparcaron a unos metros de nosotros y de estas bajaros dos chicos bastante altos y porque no decirlo, muy guapos. El primero un chico de rebelde cabello negro y piel clara con sus ojos azules tenía un aire familiar aunque estaba segura que nunca antes lo había visto. Pero el que en realidad me impresiono fue el rubio que bajo de la otra moto, su parecido con Aren era tal que provocó que dejara de respirar por un segundo, era idéntico al recuerdo que tenía de él, salvo por un detalle, su estatura y claro que evidentemente era visible para todos, pues todas las chicas lo miraban embobadas y los chicos con cierta envidia. Leandro en cambio parecía no darse cuenta de nada y yo quería salir corriendo, aunque trataba de convencerme a mí misma que era casualidad, que solo era un chico muy parecido a mi querido elfo y con una esencia muy similar, porque no era la misma, no podía ser la misma, él no podía estar aquí.
Los dos chicos comenzaron a caminar en mi dirección aunque ninguno de los dos reparos en mi presencia, no era de extrañarse, con mi apariencia nadie me notaba. Aun así quería alejarme lo más posible de él en caso de que fuera quien creía que era, pero con Leandro al lado no era tan fácil escapar, ¿Qué le iba a decir? ¿Vámonos que ahí esta alguien idéntico al elfo que me rompió el corazón? Si bien Leandro creía en mi me parecía que esto ya sería demasiado. Por suerte apareció Lisa.
- ¡Leandro! – llego corriendo y se detuvo frente a nosotros con la cara completamente roja – Minerva – me miro con una mueca de desagrado, rodé los ojos, el sentimiento era mutuo, pero hoy me era de mucha ayuda – Leo, quisiera decirte una cosa – de nuevo tímida y nerviosa – a solas – y para mí una mirada asesina. Esta chica era bipolar.
- Bueno Lisa como ves ahora voy a clase con Neva – me tomo del brazo a manera de escudo, a Leandro no le caía mal Lisa pero por alguna razón evitaba quedarse a solas con ella – así que...
- No te preocupes – lo interrumpí – se nota que es importante lo que tiene que decirte, así que me adelantare – Lisa me dio una mirada de sorpresa y Leandro una de súplica pero antes de que cualquiera de los dos pudiera decir algo más me fui de ahí alejándome lo más rápido que pude de la copia del que en antaño fue mi mejor amigo.
Llegue al salón donde tendríamos la clase de Literatura. El profesor Duncan era de los más jóvenes del cuerpo de profesores, era muy agradable excepto cuando se enojaba. No había nadie aun así que me senté donde siempre en la primera fila a la mitad del salón y seguí leyendo el libro que me había regalado hacia unos días Leandro, Cumbres Borrascosas.
ESTÁS LEYENDO
Su príncipe elfo
RomanceMina no tiene madre, su padre la ignora, tiene una odiosa hermanastra por si fuera poco, su mejor amigo y primer amor, la abandona justo antes de cumplir trece años aún cuando prometió que nunca la dejaría. Pero no le guarda rencor, sabe que así ten...