Capítulo VII

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Enigmatic.


- ¿Cuántos secretos puedes mantener?- Do I Wanna Know de Artic Monkeys.


Capítulo VII:


— ¿Tú escribes? — Le pregunté en el momento en que se enderezaba con un pomo redondo de crema. Se acerco a mí, con la crema en sus manos estudiándolo.

— ¿Eres alérgica algo? — Me preguntó antes de levantar su vista y mirarme. Negué con la cabeza, no tenía idea pero esperaba tener suerte y no equivocarme. Ni siquiera dudo en abrir el frasco, untar sus dedos y acercarse a mí. Me estremecí al sentir sus dedos tan fríos al contacto de mi piel, no dijo nada mientras esparcía el contenido en mi cuello. El chico de cabello azul era cuidadoso, cómo si cuidará el no lastimarse. Me queje cuándo toco una zona sensible. — Lo siento.

Cuándo se alejo, cerro el pomo y se limpio las manos.

— ¿Tú escribes? — Repetí.

— A veces. — Murmuró. Lo miré incrédula, puesto a que toda su habitación era un completo desastre, plagado de hojas escritas tiradas en el suelo.

— ¿Solo a veces?

— Solo a veces. — Contestó.

— ¿Qué es lo que escribes? — Quise acercarme a recoger una de las tantas hojas que habían por toda la habitación, pero me detuve, tal vez le molestaría.

— Cosas. — Él se encontraba a mi lado, pero a distancia prudente, me miraba fijamente, directamente a mis ojos, sin desviarse ni un momento. — ¿Emma?

Me estremecí al oír mi nombre de sus labios.

— ¿Si? — Él tardo un segundo en volver a hablar.

— ¿Crees que al mundo le importara, si pasas la noche aquí? — Sonreí a medias, y negué. — Voy a conseguirte mantas para que te cubras.

Sin más que decir, salió por la puerta luego de cerrarla detrás de él. Me quedé sola en la amplia habitación. Miré de reojo la ventana, cubierta por una cortina azul. Me bajé de la camilla y recorrí su habitación. ¿Por qué él tenía más cosas que yo? Una ventana, cortinas, hojas, plumas, más mantas... Sabía que las rosas las había sacado de la terraza, pero las demás cosas ¿de donde las había sacado?

Me pregunté si se las habría robado.

Pero la pregunta era: ¿de donde?

Me acerqué a un escritorio de madera oscura, con millones y millones de hojas escritas, algunas vacías otras completamente escritas, pero la mayoría estaban ocupadas por una frase o incluso una palabra. Toqué los pétalos de las rosas muertas sintiendo lo ásperas que eran, se notaba que hacía tiempo estaban muertas.

Jason era extraño, pero no me asustaba.

Aunque sea, no todo el tiempo.

El chico de cabello azul entro nuevamente en la habitación y dejo varias mantas y cedrones sobre la camilla, y me miró. Busco algo en mis manos y nuevamente subió su mirada a mis ojos.

— ¿No me dirás tu secreto?

Por un segundo, creí ver pánico cruzar por su mirada, pero era imposible verlo. Sus ojos negros no expresaban nada, él no expresaba nada.

— ¿Qué secreto? — Murmuro él.

En ese momento entendí que él había malinterpretado mi pregunta.

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