Capítulo XIII

233 14 4
                                    

Enigmatic.


- Tú eres tan jodidamente especial, desearía ser especial. Pero soy un extraño, soy un bicho raro, ¿qué demonios estoy haciendo aquí?, no pertenezco aquí. - Creep de Radiohead.


Capítulo XIII


Narra Jason:

Después del incidente con la chica albina, me encontraba en medio del pasillo debatiendo mentalmente en si era correcto que la vaya a visitar o no.

Realmente sabía que era incorrecto, pero vaya si en mi vida hubiese hecho todo lo que era correcto en la vida, no estaría aquí ni sería quién soy.

Me paré frente a la puerta, mirando el número 1478 grabado en letras doradas.

Toqué dos veces, y esperé:

— Sé que eres tú. Entra.

Temblé y abrí la puerta con cautela. Ella no me miraba, se encontraba de espaldas a mí sobre su cama.

Había leído el expediente.

— ¿Cómo supiste que era yo? — Susurré, cerrando la puerta. Nuevamente dudé entre sentarme junto a ella o quedarme allí parado.

Opté por la segunda opción.

— Nadie más que tú tocaría antes de entrar en un Hospital psiquiátrico. — Masculló Emma, todavía sin mirarme ni voltearse. Quise sonreír, pero nuevamente no pude.

Permanecí en silencio viendo cómo su cabello castaño caía por su espalda, contrastando con su suéter azul marino. Parecía un ángel.

No.

No lo parecía.

Ella era un ángel.

Y yo no era más que un maldito demonio.

— ¿Por qué mentiste acerca de tu nombre? — Preguntó la pequeña.

Me sentí desvanecer. Hacía mucho tiempo que no me sentía así de nervioso.

Emma sabía toda la verdad.

Todos mis planes por ser alguien para ella estaban en la basura.

No había más que yo pudiera hacer para evitar que ella se alejara de mí.

— No quería que nadie me llamará por ese nombre... — Murmuré. — Al internarme aquí y-yo cambie de identidad.

— ¿Por qué elegiste "Jason"?

— Yo, ehm... creí que sonaba mejor.

Sentía mi cuerpo tenso. Nadie más que ella sabía esto. Jamás había hablado de este tema con nadie más que con ella, y no tenía idea que iba a costar tanto. Mi corazón latía con tanta fuerza, que probablemente comenzaba a tener taquicardia.

Las palabras desgarraban mi garganta, cómo si lucharan por mantenerse en silencio dentro de mí.

Pero ella se merecía la verdad.

— ¿Por-por qué me mentiste? — Habló nuevamente, y mi corazón se estrujó dolorosamente. Su voz era débil y se quebraba con cada palabra, y me estaba matando. Verla mal, me mataba.

— No quería que lo supieras. No quería que me vieras cómo...

La pequeña me interrumpió:

— ¿Cómo un asesino?

EnigmaticDonde viven las historias. Descúbrelo ahora