Se despertó, sintió el enorme poder que poseia y se dirigió al puente de su nave.
Habían pasado muchos años desde la última batalla, años que había pasado detrás de una barrera, lo único que hizo fue alejarse de allí, de su hogar, al que ya no podía volver. Pero entonces lo encontró, encontró un lugar salvaje, al que todavía no había llegado el Consejo, un lugar de materia original. Ese lugar tenía una consciencia indescriptible, no era maligno ni benigno, no era oscuro ni luminoso, era una especie de paradoja. Se refugiaba lejos del Consejo. Y esperaba. Cuando llegó a ella, se asustó, pero se asustó más cuando entró en su mente.
- ¿Quién eres? - le preguntó con una voz profunda y curiosa.
- Ya nadie recuerda mi nombre, solo soy Él – contestó.
- ¿Qué haces aquí, Él?
- Solo podía ir en una dirección.
- Necesitas mi ayuda.
- ¿Para que?
- Para vengarte de aquellos que me acorralan.
- Y ¿Porqué tendría que aceptar tu ayuda?
- Porque yo te daré poder, y cuando destruyas a ese Consejo, tendrás todo lo que desees.
- Está bien. - Dijo Él, y entonces sintió como esa cosa lo invadía, como descomponía y recomponía cada fibra de su ser y entonces gritó.
Cuando todo acabo sintió un poder increible en su interior.
- Ahora vete, y cumple tu misión – le dijo la cosa, y luego solo hubo silencio.
- Señor, nos aproximamos a la colonia de Xitar – dijo Asak, su mano derecha y comandante de sus tropas, devolviendole a la realidad.
- Bien, destruidla – ordenó.
- Como ordeneis – contestó Asak.
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La isla
- Mi señor Luz – dijo una persona vestida completamente de negro, con pelo largo y negro, unas orejas ligeramente puntiagudas y unos ojos negros, mientras entraba en la sala.
- ¿Que sucede, Mensajero? Espero que sea urgente, acabas de interrumpir una reunión – respondió Luz.
- Disculpadme por la interrupción, pero me temo que ha perdido la colonia de Xitar – contestó el Mensajero.
Después de esas palabras un silencio tenso se apoderó de la sala.
- ¿Qué ha pasado? - preguntó Lora que parecía al borde de las lagrimas.
- Una especie de rayo destruyó completamente el planeta y todo el sistema solar en el que se encontraba, no ha quedado nada ni nadie con vida – anunció el Mensajero.
- N-no puede s-ser, m-mi hermano tra-trabajaba allí – dijo Lora, rompiendo a llorar.
- ¿Quién es el causante de todo esto? - preguntó Luz.
- Él – respondió el Mensajero.
Si el Consejo sintió sorpresa ante la noticia, no lo demostró.
- Así que ya ha empezado – dijo Orden.
- Bien, lamento que tengamos que adelantar un poco las explicaciones, aunque queriamos esperar a que os acomodarais antes de deciroslo todo, pero bueno no tenemos mas remedio, Destino empieza – dijo Nada.
- Bien, hace exactamente dieciseis años detectamos un fallo en la barrera en continua expasión de los limites del multiverso, el único proposito de esa barrera era evitar que Él volviese de nuevo. El fallo en la barrera nos indica que Él a conseguido atravesarla de uno manera que todavía no tenemos clara. Entonces creamos una profecia que afecta a todo el multiverso. Esta profecia dice que Él solo podrá ser derrotado por los once elegidos que son los rapresentantes de los once miembros del Consejo. Estos elegidos soys vosotros. Y lo hemos hecho así porque en el caso de una batalla directa entre el Consejo y Él se llegaría a la destrucción de la mayor parte del multiverso. Vuestra misión consiste en acabar con Él, y por eso os hemos traido aquí, para entrenaros. - explicó Destino.
- Ahora seguid al Mensajero para ir a vuestras habitaciones, supongo que querreis descanasar después del viaje – dijo Karma.
- Por aquí – añadió el Mensajero.
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Nave de Él
- Bien Asak, trae al prisionero – ordenó Él.
Y enseguida entró por la puerta un joven de dieciseis años, de pelo negro y ojos dorados, todas sus heridas estaban curadas, lo llevaban dos soldados, uno agarrandolo de cada brazo y se pararon a pocos metros de su trono. Se encontraban en el puente de su nave que, después del ataque, estaba recuperando la energía.
- Encantado de conocerte Loridas, necesito tu ayuda – dijo Él.
- ¿Para qué?, destruir otro planeta – contestó Loridas con una voz llena de desprecio.
- Me caes bien muchaco, no hagas que cambie de opinión. No, no te necesito para destruir planetas, ya tengo una nave y soldados que se encargan de ello. Te necesito para que seas mi elegido.