- Menudo aburrimiento – pensó Lora mientra su profesor de historia les contaba lo mismo una y otra vez como si creyera que alguien le prestaba atención.
- Lora, despierta – le dijo el profesor que, a pesar de que ella estaba en última fila, se había dado cuenta de que estaba distraída.
- Sí, sí, claro – dijo ella rápidamente.
- Bien, pues como iba diciendo... - continuó el profesor.
Después de una interminable hora de historia Lora por fin pudo salir del aula y dirigirse a casa. Su moto estaba aparcada a pocos metros del edificio así que no tubo que andar prácticamente nada. Se subió, se puso el casco y se fue a casa.
Su casa se encontraba bastante lejos de la ciudad pues un antepasado suyo bastante excéntrico había decidido construirla allí y su padre no quería oír en media palabra sobre el asunto de mudarse. A esta hora no solía haber nadie en casa y por eso se extraño de que la puerta de la pequeña casa de dos pisos estuviese abierta. La empujó con cuidado y empezó a avanzar hacia el interior de la casa, dejó su mochila en la entrada y vio que la luz del comedor estaba encendida así que fue en esa dirección.
Al llegar al comedor vio a sus dos padres sentados en la mesa con unas expresiones entre preocupación y rabia en el rostro y a la derecha, apoyado en el arco que separaba la cocina y el comedor, estaba una persona que no había visto en su vida.
- Papá, mamá, ¿Qué pasa aquí? - preguntó Lora.
- Te estábamos esperando Lora - dijo el extraño que iba vestido con una túnica blanca, llevaba unas gafas extrañas y su pelo era tan blanco que te cegaba.
En cambio su padre iba vestido con una camisa azul clara y tenía el pelo despeinado, y su madre llevaba un simple vestido negro a juego con su pelo.
- ¿Quién eres? Y ¿Qué quieres de mí? - preguntó Lora
- Lora, él es Luz uno de los miembros del Consejo y creador de este planeta- respondió su padre.
- El Consejo, ¿enserio?, si eso es una historia que se le cuenta a los niños.
- Te equivocas, pues yo estoy aquí – dijo Luz – y en lo que respecta a tu segunda pregunta... quiero que vengas conmigo.
- Tienes que estar de broma – dijo Lora.
- No, no lo estoy – respondió Luz.
- Pues puedes decirle a ese "Consejo" que no pienso ir.
- Entonces no me dejas otro remedio – Contestó Luz en un tono resignado antes de que un rayo cegase a Lora.
- ¡no! - oyó que gritaba su madre y luego solo hubo oscuridad.
Se despertó y miró a su alrededor. Vio a Luz a pocos metros de ella, estaban en una especie de carro tirado por cuatro pegasos blancos.
- ¿Dónde estoy? - preguntó Lora.
- Estás en mi carro y nos dirigimos a la Isla – respondió Luz.
Entonces lo recordó todo, sus padres, su aburrida lección de historia, su casa y el rayo de luz blanca.
- ¿Qué me has hecho? - dijo Lora.
- Te he noqueado – respondió Luz.
- Y ¿te parece normal?
- Sinceramente no esperaba que esto llegase a pasar pero Destino me dijo que intentarías resistirte y no quería perder mucho tiempo.
- Llevame a casa.
- No.
- O en llevas a casa o...
- O ¿qué?, estás en un carro, atravesando el multiverso a una velocidad millones de veces superior a la velocidad de la luz, ¿Qué vas a hacer?
- Llevame a casa o me tiro del carro.
- Tanto te cuesta colaborar.
- No suelo ayudar a la gente que me secuestra.
- Pues buenas noches – dijo antes de que Lora se volviese a quedar cegada por un rayo de luz y perdiese otra vez el conocimiento.