8. Viejas heridas sin cerrar.

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Conseguí que Sam respondiera a duras penas y se sentara en el sofá después de indicarme donde tenía el botiquín, tenía los nudillos raspados y me preocupaba que se pudiera haber roto algo o astillado la mano, sabiendo lo que dolía aquello me sorprendía que el chico no reaccionara al dolor. Estaba tensa y lo notaba por sus manos en puño y su mandíbula, si hubiera descubierto aquello en el momento preciado podría haber ocurrido una masacre en el instituto.

En cierto modo me sentía bien porque el chico me hubiera querido también, pero era injusto que ambos hubiéramos acabado así por lo crueles que podían llegar a ser los adolescentes. No nos habían dado la oportunidad de exprimir lo que sentíamos.

Vuelvo a recalcar, que pienso que quizás no hubiéramos durado toda la vida, pero eso era cosa nuestra, nuestra decisión, ahora tendríamos la duda de cuánto tiempo hubiéramos estado juntos, de lo que hubiéramos vivido junto al otro, las experiencias que quizás nos habríamos perdido. Habían sido crueles en destrozar por nosotros una relación que acabamos de empezar, haciendo que nuestras mentes adolescentes y pérdidas por las hormonas cambiaran.

Él se me quedó mirando fijamente mientras le vendaba la mano, pensaba llevarlo al médico si o si para que le examinarán, temía de que le estuviera doliendo y se estuviera haciendo el hombre. El subió la otra mano a mi mejilla y me hizo alzar la cabeza para que lo mirara a los ojos.

Aquella mirada parecía traspasarme, me daba miedo que me mirara así, parecía que estaba descubriendo todo lo que había en mí, me daba miedo que descubriera mi secreto, aunque me extrañaba que no lo hubiera hecho ya. Después de enseñarle aquel blog debería haberlo hecho.

-Kat ¿Pensaste que lo escribí yo?.-Él lo sabía, sabia quién era yo y temía que se enfadara conmigo por haberle dado una identidad falsa después de habernos "conocidos". Pero no reaccionó como pensaba, se acercó a mí mientras me miraba a los ojos fijamente. Sus labios rozaron los míos y mi cuerpo entero tembló gracias a su dulzura. Los viejos sentimientos que en antaño había despertado en mi surgieron de nuevo, haciendo que todo mi cuerpo temblara por su culpa.

Él no había sido el culpable de escribir aquel blog, pero dejarme llevar y volver a engancharme a él... No sabía si aquello sería lo adecuado o por lo contrario nos haría más daño a los dos. Quizás aquella era la oportunidad que los dos tanto estábamos anhelando, pero dejarnos llevar cuando ocurrió hacia tanto tiempo.

Yo no era la misma de aquel entonces, el seguramente tampoco sería el mismo, además nuestras expectativas sobre el otro seguramente habían aumentado con el tiempo, elevando al otro en una perfección que seguramente ninguno de los dos teníamos.

Cerré los ojos mientras dejaba que el profundizara el beso, no se lo impedí y correspondí, dejando que nuestros labios se acariciaran, buscamos la lengua del contrario queriendo saborear más, saber si el sabor del contrario era el mismo de antaño. Con él me sentía en casa, no estaba siendo consciente de nada más.

Sus manos se posaron en mi cintura, pegándome a su cuerpo, tiró de mí y yo me acomode en su regazo, estando así más cerca para poder corresponder al beso mejor.

Enrede una de mis manos en su pelo, seguía tan sedoso como en el pasado. Nuestros labios no eran capaces de dejar tranquilos a los del contrario. Quizás por miedo a separarnos y que el otro se fuera de nuevo.

Mi cabeza me volvía a decir que parara, que no siguiera con aquello, pero mi cuerpo reaccionaba sólo, quizás por una vez me estaba dejando llevar por lo que sentía y no por lo que era mejor para mí.

Estábamos tan métodos en nuestro reencuentro que ninguno de los dos escuchamos que la puerta de la casa se abría, unos tacones llegaban por el pasillo hasta el salón. Una bolsa que caía al suelo. Sólo nos separamos cuando el grito de la arpía rubia rompió nuestro silencio. Ladee la cabeza para mirarla mientras alzaba una ceja, parecía haber soltado un graznido más que un grito, me senté junto a Sam ya que seguía en su regazo. Ambos parecíamos niños que habían sido pillados con las manos en la masa en medio de una travesura, ella parecía ser madrastra mala de la historia.

Ella empezó a gritarle a Sam, sabía que ambos estábamos haciendo algo mal al besarnos, que no deberíamos haberlo hecho teniendo la novia, pero nos lo merecíamos.

-Cállate zorra.-Aquello salió sólo de mis labios y entonces ella pareció recordar de nuevo mi presencia, se acercó a mi o más bien se lanzó. ¿Quería agarrarme del pelo o arañarme? Pobre niña tonta, yo peleaba como todo un hombre y se lo demostré gracias al puñetazo que descargue en su estómago.-Cuenta le la verdad. Vamos.

Sam nos miraba a ambos como si estuviéramos interpretando una escena de circo, entendía que estuviera tan sorprendido por nuestras reacciones, ella se quedó en shock al escucharme, parecía recordar la noche del robo. Ella se mantuvo en silencio y me acerque de nuevo a ella, ante el miedo de que la volviera a pegar se escondió detrás de Sam.

El cual estaba a punto de reírse con la situación pero no se reía por que no era el momento más adecuado.

-¡Cuéntaselo pedazo de zorra! -Le Grite sin poder evitarlo, Sam se dio cuenta de que aquel momento era demasiado serio, su cara parecía un cuadro. Se giró para mirar a su supuesta novia la cual le ponía cara de pena, pero sabía que Sam no se dejaría engañar por aquella cara. No podría ser tan tonto o eso esperaba.

Sam agarró a la rubia por el brazo zarandeándola, le exigió que le contara que había hecho y finalmente esta admitió que lo había engañado con uno de sus compañeros de trabajo. Sam pareció palidecer y la arrastró hacia la puerta de la casa. Una vez allí le quitó su copia de las llaves y la empujó hasta que salió de la casa, sus últimas palabras a esta fueron: "Los dos me lo vais a pagar muy caro ". Y dicho esto cerró la puerta de la casa. Volvió hacía donde yo estaba y me miro. Pero su mirada no mostraba ni un ápice de alegría. Era normal después de todo.

-Vete Katrina. No estoy de humor para reencuentros bonitos ni esas tonterías.

Me quede con la boca abierta al escucharlo, yo no tenis la culpa de que aquella zorra fuera una maldita infiel, el debería escoger mejor s sus novias. Mire su mano y finalmente me dirigí hacia la puerta, esperaba al menos que tuviera dos dedos de frente y fuera al hospital para verse esa mano.

Y así fue como todo se descubrió, como una vez más mis esquemas rotos intentaban recomponerse.



Mi pequeña ladrona Donde viven las historias. Descúbrelo ahora