12. El mafioso que faltaba 2/2

810 76 4
                                    

Llevaba en la celda encerrada horas pero no me importaba, quería que vinieran a mí y me ejecutaran, que la muerte de Henry pesara sobre mis hombros era algo que no podía soportar. Que jamás lo volviera a ver por qué había sido una estúpida era algo que me estaba desgarrando el alma, en lo más profundo de mi algo me decía que tenía que intentar escapar. Pero me estaba conformando con lo que el destino me esperaba porque no tenía fuerzas para seguir adelante.

En aquellas horas muertas en la oscuridad mi mente vago por todos los recuerdos, aquellos en los que sólo Henry era protagonista. Sus sonrisas, sus miradas, sus mosqueos, su risa. Todo lo que lo hacía especial destacaba en aquel momento aún más.

Siempre había escuchado aquello que se dice que no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes, jamás había pensado que fuera real hasta aquel momento. Todo el mundo dice lo mismo en momentos así, pero era lo que sentía.

Me daba miedo hasta sollozar porque si lo hacía me terminaría de romper. Él se hubiera merecido tener una familia, una vida normal, una chica que lo amara y puede que hijos. Pero gracias a mi todo eso se le había sido prohibido. No había disfrutado de eso porque yo lo había arrojado de lleno a la muerte.

La puerta de la celda se abrió y yo ni siquiera me moleste en levantar la cabeza. Si venían a matarme lo agradecería, si no, esperaba que me dejaran en la oscuridad pronto.

-Te traigo de comer, el jefe me ha dado tu comida y me ha dejado soltarte, aunque si me intentas atacar te cortaré todos los dedos de las manos.-Alce la cabeza al reconocer la voz del perro, este sonrió dejó la bandeja en el suelo y encendió la luz. Cerró la puerta tras su espalda y se acercó a mí para soltar las cuerdas.

Una vez que me soltó no intente ni moverme, deje caer mis manos algo aliviada al sentir las cuerdas ya fuera. Simplemente lo mire.

-Matadme ya... -Susurre, casi suplicante mientras lo miraba. El perro negó y me puso la bandeja sobre el regazo para que comiera. Pensé no hacerlo y morir de hambre pero eso me llevaría días, y quizás habían envenenado la comida y esto me daría muerte más rápido.

Comencé a comer sin mirar si quiera mis muñecas, no me importaba lo más mínimo como estuvieran. Cuando acabe de comer deje la bandeja sobre el suelo y lo mire fijamente quedándome con cada detalle de su rostro. Realmente tenía cara de psicópata.

-Vamos niña, no te pongas así, quizás el jefe te quiera sacar a pasear por portarte bien. Lo tienes muy muy enfadado pulguita.

El tipo se sentó en el suelo con las piernas cruzadas frente a mí mientras me miraba a los ojos fijamente, parecía querer llegar hasta mi alma o algo así.

-¿Cómo murió?-Dije simplemente, no sabía si quería escucharlo pero quería saber en el fondo a qué atenerme, esperaba al menos que hubiera sido una muerte rápida e indolora, es lo que se merecía. No se merecía morir pero mucho menos que lo mataran a la vez que lo torturaban.

-Le sacaron el corazón del pecho aun cuando seguía vivo.-Dijo el perro mientras sonreía con autosuficiencia, me dieron ganas de patearle la cara, aquellos desgraciados lo habían torturado.

-Ojalá pudiera cambiarme por él ahora mismo... Él no se merecía morir así por mi culpa....

-Patrañas, dices que hubieras querido morir por él, pero el ser humano sólo es un ser egoísta, en el momento de la verdad hubieras gritado que le matáramos a él, frente al dolor los humanos somos monstruos, nadie quiere sufrir por nadie. Todos decimos amar, querer o sentir cariño por alguien. Mentira, amamos a alguien cuando nos conviene, queremos a alguien cuando podemos sacar provecho y cogemos cariño a las personas que hacen cosas por nosotros. Somos viles, egoístas... La raza más peligrosa del mundo. Olvídate de los leones, tigres y demás, ellos matan y cazan para comer, nosotros los humanos lo hacemos por diversión.

Todo el discurso del perro me hacía querer escupir, le estaba empezando coger asco a la humanidad, en cierta parte porque tenía razón, pero la gran verdad es que no quería convivir en un mundo en el que Henry no existiera, ese mundo no era para mí. Jamás sería para mí.

-Matadme ya... Torturarme, no me defenderé, no gritare, no llorare... Pero hacerlo ya... -El perro comenzó a reírse de nuevo y estaba comenzando a sentirme insultada, estaba desesperada por que acabara ya mi existencia sin él, pero parecía que la tenían allí para disfrutar a su costa.

-Si el amo no te ha matado todavía es que tiene algo muy gordo preparado para ti. ¿Porque eres tan derrotista siendo tan joven?

-Por que habéis matado a una persona demasiado importante para mí... -Él se paseó por la sala como pensativo sin siquiera mirarme, no entendía sus acciones pero tampoco me estaba esforzando por hacerlo.

-Según el amo ese tal Henry para ti no era nada, lo matamos como lección, para comprobarlo. Y parece que no te importó llevarte días sin saber de él. El amo lleva tiempo vigilándote.

Palidecí al escuchar lo que decía, no podía creer lo que me estaba diciendo. Habían estado vigilándome y seguramente sabrían en el lío que me había metido con Sam, James y Henry y como consecuencia, para probarme habían matado a Henry. Ninguno de los tres hubiera merecido morir, pero que se lo hicieran a Henry sólo por mi estupidez me estaba matando.

-¿Que he hecho para que tu jefe me siga? ¿Para qué me haga esto? Si le robe alguna vez lo siento, le devolveré lo que sea que le quite-Susurre aquello sabiendo que había robado en multitud de casas, las cuales eran propiedad de ricos magnates que seguramente podrían contratar a aquellos gorilas para hacerme daño.

-Él te odia, no creo que se trate sólo de un robo. Mhn debería preguntarle.-Me levante de la silla cuando recordé que me había soltado. De repente tenía ganas de vivir, para enfrentarme a aquel hombre que había matado a Henry y dejarle claro, mientras me vengaba, lo importante que era para mí Henry.



Mi pequeña ladrona Donde viven las historias. Descúbrelo ahora