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Okay, hoy es el día, la hora y el momento. No te puedes arrepentir Caleb, solo pon la nota adentro del casillero y sal corriendo como cuando corres del entrenador del equipo de basquetbol cada vez que quieres que vuelvas a entrenar. Fácil.

Y eso pensó el, pero existía un pequeño error en sus planes.

El problema de ser un admirador secreto es que debías ser discreto y astuto para que no te atrapen y así mantener tu identidad, pero él no contó con el hecho de que la chica dueña del locker estaba mirándolo sin entender que intentaba. A pasos decididos se acerco al conocido chico.

- Caleb. ¿Qué estás haciendo? - Pregunto.

Nadie se asustaría al escuchar a esa dulce voz hablando, pero Caleb si lo hizo porque no se esperaba que ella llegara temprano, pero él no conto con el hecho de que la madre de la chica tendría una reunión temprano y ella aprovecho para llevar a su hija.

Su plan de ser el admirador secreto de Irene se arruino sin ni siquiera haber comenzado.

- Emmm...

Jamás fue bueno hablando con ella, no sabía si era por la encantadora y tierna apariencia de la chica o por el hecho de que todo lo que salía de su boca (según él) eran idioteces, y jamás le intereso decir algo enfrente de los demás, pero los demás no eran Irene Thompson, presidente del consejo estudiantil, y cataloga la chica más dulce de toda la secundaria.

- Yo...

Ahora el caso de Irene era el mismo, siempre se sintió atraída por el castaño de ojos oscuros, pero por timidez jamás se le acerco hablarle, eso y que cada vez que se acercaba a Caleb el dejaba de hablar, dándole la idea de que ella no le agradaba.

Ambos con los mismos miedos y lo suficientemente tontos como para enfrentarlo.

Caleb le paso la carta la idea era que lo leyera, aunque ella no debía saber la identidad, pero el punto es que lo leyera.

Irene agarro la carta y cuando le iba a preguntar para qué era esto Caleb ya se había ido.


Locker 23Donde viven las historias. Descúbrelo ahora