Navidades no tan perfectas

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Su cuerpo golpeó la pared del comedor, lastimando su costado derecho. Tenía un ojo morado y su labio roto. Era mitad de la primera semana de vacaciones y Emma ya estaba sufriendo la furia de Kyle. Todo había empezado el día anterior, luego de haberla encerrado en su cuarto sin comida durante dos días, ahora se encontraba siendo golpeada por él. Había bajado por algo de comida y Kyle se había enojado tanto que le había golpeado y dejado el ojo morado. Luego le había pegado una cachetada, rompiendo su labio y dejando roja su mejilla. Su cabello gris callo alrededor de su rostro, se encontraba en el suelo, sosteniéndose con la poca fuerza que le quedaba; sintió como la tomaban de los cabellos, ella grito de dolor y se removió inquieta.
-Pronto terminare lo que comenze antes de que te escaparás estúpida- dijo él en un susurro y soltándola haciendo que su cabeza chocará contra el frío suelo. Escuchó como la puerta de calle se abría y se volvía a cerrar. Emma estaba segura de que Kyle se había ido; se levantó lentamente con las pocas fuerzas que le quedaban y apoyo su espalda contra la pared. Dejó salir un gemido cuando tocó su ojo morado y se permitió derramar las lágrimas que tanto habían insistido en salir. Estaba acabada, no saldría viva de allí, ya había amenazado con seguir su intento de violación y ahora que ella tenía magia, no podía usarla. Había estado hablando con Albus los últimos días por cartas, no quería comentarle nada de la situación, así que simplemente le mintió. Ella había considerado, que si la realidad en la que vivía empeoraba, pediría ayuda. Ciertamente ya había empeorado, pero ella estaba negada a meter a su amigo en un problema como ese.
Continuaba con la respiración agitada, trató de tranquilizarse. Sabía que en cualquier momento Kyle podría volver a entrar y por situaciones de la vida, la volvería a usar como su sacó de boxeo. Trató de ponerse en pie y soltó varios quejidos de dolor, estaba segura de que algo se había roto, por el impacto de su cuerpo contra la pared. Parada, se apoyó su mano en la pared para mantener todo el peso en ella y así avanzó, hasta llegar a su cuarto. Se recostó en la cama y cerro sus ojos, durmiéndose al instante, por la falta de fuerza y comida, cayó en un profundo sueño.

Al día siguiente Emma despertó por unos insistentes golpes, provenientes de la ventana de su habitación. Se levantó completamente dormida, chocandose con todo a su paso; llegó a la ventana y la destrabó, dándole paso a una muy conocida lechuza. Albus le había mandado una nueva carta y muy temprano. Tomó el pergamino y lo leyó:

Emma:
Hola otra vez; sé que ya es como la tercera carta que te mando, pero quería saber si querías pasar lo que quedaba de las vacaciones en casa con mi familia. Si tú quieres, podríamos pasarte a buscar la semana que viene. Me avisas. Te quiere...
Albus.
P.D: Manda tu lechuza lo antes posible.

Emma tomó rápidamente tinta y papel, decidída de una vez por todas a librarse de la prisión en la que se encontraba. Sólo pediría ayuda y le diría a Albus que viniera ese mismo día a buscarla, pero tendría que ser el sólo, así al menos podría guardar su secreto. Cuando término llamo a su lechuza, y mientras le ataba la carta a la pata le dijo:
-Llevásela a Albus, Gwen- término de decir ella, mientras la lechuza salía lo más rápido que pudo por la ventana.
Emma sintió como abrían la puerta de su habitación, se asustó, hasta temió por su vida. Se dio la vuelta y se encontró con la silueta de Kyle; esté se acercó a ella, tomándola de los pelos y estrolando su cabeza contra el escritorio, en el que minutos antes había escrito la carta para Albus. La volvió a levantar del caballo, Emma grito del dolor, sintió como la mano de Kyle se apoyaba en su cadera y la apretaba fuertemente. Ella rogaba que la carta llegara lo antes posible, porque no aguantaría mucho más. Su padrastro la arrastró por el piso camino a las escaleras. Sentía como un líquido pegajoso, bajaba desde su frente, donde minutos antes se había golpeado. Kyle la dejó en el inició de las escaleras y le amarró las manos a la baranda con una soga; Emma no tenía idea de donde había salido la soga, pero no le importó, estaba tan débil que apenas podía mantener los ojos abiertos. Escuchó como él bajaba las escaleras y volvía a salir por la puerta de la entrada. Emma cerro sus ojos y se quedó allí, por lo menos una hora; atada a las escaleras, sin pensar en nada más.

Se despertó cuando escuchó la puerta de calle cerrarse de un portaso. Comenzó a respirar pesadamente, sentía como los escalones crujían bajo las pisadas de su padrastro. De repente sus manos quedaron libre, aunque le dolían por la presión de la soga, podía moverlas con esfuerzo; de un tirón la pusieron de pie, hasta quedar sobre sus débiles pies, la apoyo fuertemente contra la pared, haciendo que Emma golpeara su espalda y la parte trasera de su cabeza.
-Comenzemos- escuchó como decía él. Emma comenzó a moverse, revoleaba las piernas y se corría ante el toque de él. Sintió sus manos bajar hasta el comienzo de su remera negra, recorriendo la piel de estómago, que estaba descubierta. Emma lloraba, sus lágrimas bañaban su rostro; estaba asustada y lo admitía, tenía miedo, mucho. Las manos de Kyle bajaron hasta sus caderas, mientras Emma sentía como besaba su cuello; ella soltaba sollozos y más lágrimas caían. Sintió como Kyle sonreía contra su cuello. El muy imbécil lo estaba disfrutando. Emma gritó, grito del miedo, grito de la frustración, fue un grito desgarrador, que mostraba todo el sufrimiento que la vida le había hecho pasar. Estaba cansada y ya no podía hacer nada para evitar lo que iba a pasar.
La boca de él chocó fuertemente con la de ella, mientras sus manos subían por dentro de la blusa, hasta llegar a sus huesudas costillas. Emma mantuvo cerrada la boca, evitando seguir los movimientos de él. Kyle se separó y le pegó una cachetada, volteando su rostro y dejando colorada su mejilla derecha. Llevó las manos de ella sobre su cabeza; Emma lloraba.
-¡Sueltame!- gritó ella fuertemente. De repente la puerta de calle se abrió provocando un fuerte ruido. Emma giro su cabeza y pudo contemplar al famoso Harry Potter, con varita en mano y una furiosa mirada. Entonces la carta había llegado y no tan tarde como Emma había creído.

Emma BlooderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora