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Enseñamos vergüenza a las chicas. Cierra las piernas. Cúbrete. Les hacemos sentir que, por el hecho de haber nacido mujeres, son ya de por sí culpables de algo. Y así las chicas se convierten en mujeres que no pueden decir que tienen deseos. Que se silencian a sí mismas. Que no pueden decir lo que realmente piensan. Que han convertido el fingir en una forma de arte.

Todos deberíamos ser feministas, Chimanda Ngozi Adichie

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Quizás estaba cometiendo una locura, aquello no sería lo correcto.

Pero, a medida de esos días ¿Que diablos era lo correcto?

Después de horas charlando con Luke Flynn y lo ocurrido, prometió erradicar la prostitución infantil que había montado en el ático de la mansión. Charlie había reprimido las ganas de lanzarse a su cuello para matarlo más veces de lo que quería pensar.

A cambio, se uniría a su grupo de repartidores nocturnos.

Llamados Snowsocks, Kayla, Travis y Daniel habían sido miembros durante años, así que no había nada por lo que preocuparse.

Sujetó el cigarro entre sus labios mientras el reflejo del espejo no dejaba de juzgarla.

Se envolvió el torso lentamente con una venda elástica, recogiendo sus senos, los cuales se habían reducido notablemente aquellas semanas.

Se colocó una camiseta de color negro y una chaqueta de cuero.

Alborotó su cabello y trazó una línea perfecta de eyeliner sobre sus párpados.

Se sentó sobre la taza del váter y levantó una de las botas militares que le habían proporcionado, ató los cordones lo más fuerte que le permitieron sus manos y se levantó, desafiando nuevamente el espejo, roto por un extremo.
La marca de un puñetazo.

Miró las costras de sus nudillos, casi curados y sonrió.

-¿Charlotte? - la suave voz de Kayla al otro lado la hizo volver en si. -¿Estás lista? -

A la realidad.

-Si. - respondió secamente saliendo, miró a su amiga que sonreía ampliamente, vestida de cuero como ella.

Kayla la abrazó y Charlotte se vio a si misma desangrándose de pie detrás de su amiga con un corte en el cuello.

Pegó un respingo asustada y parpadeó, unos instantes después desapareció la imagen.

-¿Estás bien? - exclamó su amiga horrorizada.

-Secuelas, Kay. - dijo sin más ladeando la cabeza de un lado a otro, restándole importancia. -Vamos. -

Dicho eso, salieron de la estancia y allí se encontraron con Travis y Daniel, vestidos de cuero también.

-No sé quien de los dos parece más marica. - soltó Charlie con una sonrisa ácida mirándolos. -¿podréis correr con el cuero metido por el culo? -

Daniel sonrió mordiéndose el labio y la atrajo hacia él pegando su cintura a la suya. -Podemos probarlo. -

Travis hizo una mueca.

-Buscaros una habitación. - y empezó a andar por el pasillo aterciopelado.

-Travis nació enfadado. - explicó Kayla haciéndose una cola alta.

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-Todos sois dignos de ser llamados Snowsocks, habéis demostrado en toda ocasión que podemos confiar en cada uno de vosotros a la hora de realizar las misiones. - dijo el hombre de cuarenta y cinco años que se encontraba en frente de ellos, según Kayla era un gilipollas acabado, su nombre era Rob Lewis.

Mi vida, mis reglas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora