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Le gustaba ver la nieve caer, el silencio y estar sola. Había hecho de la soledad su mayor aliada, aquellas noches de invierno en las que sólo la suave respiración de su hermano pequeño en la cuna la podía distraer.
Esperaba ansiosa que su padre llegara del trabajo, ya que su madre yacía en el piso de arriba completamente colocada.

-¡Sht, Caleb. Papá ha llegado. -Susurró ella balanceando la cuna para que el bebé dejara de llorar, ambos se estaban muriendo de hambre.
El sonido de las llaves y la puerta abriéndose la hizo correr hasta la puerta.
-¡Charlie! - exclamó su padre dejando tres bolsas en las que se leía Burger King sobre la mesa. -¿Tienes hambre? -
Ella asintió.
-Caleb también, pero mamá...- comenzó a decir con un hilo de voz.
Su padre hizo una mueca y caminó hacia los armarios de la cocina, estaban completamente vacíos, quedaba un bote de sal y otro de leche en polvo para bebés.
-Ves comiendo, Char. - la voz ronca de su padre la sacó de sus pensamientos, así que con el estómago encogido del hambre revolvió una bolsa y sacó una hamburguesa enorme envuelta con un papel, aún conservaba algo de calor.
La desenvolvió y el olor llegó a sus fosas nasales haciéndole la boca agua, no había comido nada desde el día anterior.

Su padre, batió el biberón y cogió al bebé sin cuidado para sentarse en el sofá y darle de comer, el niño aceptó la leche cálida al momento y Charlie se sintió inmensamente feliz.

-Charlotte. - la voz de su padre sonó severa y ronca, solo cuando estaba enfadado la llamaba por su nombre completo. -Acaba de comer, y sal fuera, ya sabes como va. -
Al oír eso se le erizó el vello de la nuca y presionó los puños, aquello no era nada bueno.

«papá lo hace con buena intención, así ganamos dinero para la casa» pensó Charlie asintiendo, mientras masticaba con rapidez el trozo de hamburguesa que le quedaba.

-¡Arielle!-gritó el padre subiendo las escaleras, Caleb no lloraba, ya no. Los gritos eran algo común en ésa casa. -Haz algo de provecho y cuida a tu hijo, ¿Me has oído? -
-¿Que vas a hacer con Lottie?- murmuró su madre con la voz adormilada. -No la lleves ahí... Luke te lo suplico... -
-Cierra el pico y cuida a Caleb. - dijo su padre cerrando con un portazo.
-¡Charlotte! - gritó su madre como pudo. -¡No, Charlie!-

Sus gritos fueron apagados con la puerta de casa cerrándose con violencia, y la dura y áspera mano de Luke se aferró al brazito delgado de ella envuelto con un abrigo.

La niña tragó saliva y por primera vez miró a su padre a los ojos.
-Quizás... Deberías escuchar a mamá. - dijo con un hilo de voz, el agarre de su progenitor se soltó y le propinó un empujón que la hizo caer en el suelo mojado por la nevada.
-Escuchame bien, Charlotte. Tu madre es una maldita yonki, y tu padre está metido hasta el culo en asuntos de mayores. - empezó a gritar. -¿Quien os va a proteger a ti y a Caleb, cuando yo no esté? Harás lo que yo diga, ¿¡Está claro?!-
-Si.- dijo reprimiendo el impulso de echarse a llorar, lo había hecho miles de veces, si se ponía a llorar sería peor para ella.

No tardaron más de cinco minutos en llegar al lugar, a paso rápido y gélido tras la ciudad nevada. Las crueles ventanas del edificio clandestino de peleas ilegales la miraban, burlándose de ella.

Como cada sábado noche.

-Ya sabes que tienes que hacer, Charlie. - la alentó su padre mostrando una sonrisa frívola y un diente forrado de plata. -Mata y remata. -
Esas fueron las ultimas palabras antes de subir al Ring improvisado y mugriento.

Entonces la vio, sus ojos azules enseguida captaron los suyos, verdes. Algo sacudió a Charlie por dentro, así que apartó la vista de su contrincante de mirada azul.

Haces esto por tu familia, Charlotte.

Si pierdes tu padre te machacará.

Tu madre morirá de pena y Caleb...

El primer puñetazo llegó tan rápido que no se dio cuenta, la niña de ojos azules y pelo rubio recogido se preparó para lanzarle otro ataque.

Era buena, pensó. ¿Tambien su padre la enseñaba a luchar? Lo dudaba mucho.

¿que clase de padre enseñaba a luchar a su hija para peleas ilegales?

Propinó una patada en el aire a su oponente y escupió sangre, mirándola con una mirada penetrante y feroz.

Se veía reflejada en ella.

Con cada movimiento y golpe liberaba más y más dolor, era insoportable, quería acabar con aquello. La rubia esquivó su movimiento y la tiró al suelo, arrancando un grito de su maltrecha garganta.
Vio a su padre apartar la mirada, decepcionado, triste, ¿Frustrado?
-Peleas bien, ¿Como te llamas? - dijo la rubia a horcajadas mientras el juez gritaba los segundos que le quedaban para perder.
-Charlotte. - comenzó a decir, impulsándose hacia arriba para dejarla bajo su peso, sorprendiéndola hasta el punto de hacerla coger aire. -Pero puedes llamarme, Charlie. -
-¡Se acabó! La ganadora es ¡Charlotte Flynn !- gritó el juez emocionado. -Procedan con sus apuestas, muchachos. - se refería a los cientos de hombres trajeados que las habían estado mirando.
Le tendió la mano a la rubia y ella la aceptó esbozando media sonrisa.
-¿Sabes, Charlie? - comenzó a decir. -Me caes bien. - algo dentro de Charlotte se revolvió, quizás un antiguo recuerdo de calidez.
-Soy Kayla. - se presentó sonriendo ampliamente mostrando la sangre que manchaba sus dientes.

Charlotte le devolvió la sonrisa, sin darse cuenta de que aquello era el comienzo de una gran amistad, de nuevas oportunidades.

De abrir su corazón a alguien que lo tenia igual de cosido que ella.

Mi vida, mis reglas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora