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Recordó que sus pulmones necesitaban oxígeno después de sacar a Daniel de la pelea que había ocasionado el tal Víctor.

Daniel sangraba por la nariz y por la boca, un moratón se asomaba en su mentón y caminaba apoyado en Charlotte, ebrio.

–¡Maldita sea! ¡Sueltame! no necesito tu ayuda – balbuceaba arrastrando las palabras, ella cogió las llaves del Jeep y abrió la puerta del copiloto.

–¡Cierra el pico!– gritó Charlotte alterada mientras le colocaba el cinturón de seguridad, a continuación cerró la puerta con un estruendo sonoro y rodeó el vehículo.

–¡Charlotte! – era Kayla tambaleándose hacia ella más borracha que Daniel. –¿Donde vas? ¡Le he dicho a tu madre que dormirías conmigo! –

–Tengo que llevar a Daniel a su casa, está sangrando mucho. – dijo ella esbozando media sonrisa, aunque parecía más un tic nervioso.

–Pues a Víctor se lo ha llevado un ambulancia, lo habéis dejado fino. – tras decir eso la rubia dejó ir una risotada. –En fin... Te pasaré a buscar a casa de tu novio por la mañana y hacerlo con protección. – y dicho eso le dio un fuerte abrazo. –Te quiero mucho, Charlie. –

–Y yo a ti, Kay. ¿No quieres que te lleve? – preguntó conmocionada por el comentario de la protección. –¡Y no es mi novio! –

–Para nada, hoy me tiro a Brook. ¡Es tan mono! – exclamó riendo. –Y le mide veintitrés centímetros, es el hombre de mi vida. –

Charlie tosió atrangantandose con su propia saliva. –Esto... Pues que tengas una noche productiva intercambiando fluidos sin ninguna razón en particular.  –  dijo ella abriendo la puerta del Jeep.

–¡Lo haré, pichoncita!– y corrió hacia la fiesta tropezando con los tacones una y otra vez.

–Dime que no te ha llamado pichoncita. – tosió Daniel tirando la cabeza hacia atrás con media sonrisa.

Oh, si lo ha hecho. – soltó con sarcasmo. –Olvida que has oído eso, vamos guíame hasta tu casa, despojo humano.  –

–Vete a casa, Charlotte. – gruñó Daniel con el semblante sombrío, una vez dentro de su casa. –No quiero que me ayudes. –

–¿Por que? – preguntó ella mientras sentía un gancho en el estómago. ¿Era frustración? ¿Decepción?

–Por que no me lo merezco.– susurró la intentó apartar y cayó de rodillas tosiendo sangre, ella se arrodilló a su lado y lo ayudó a levantarse.
–Vamos, al lavabo. – murmuró ella pasando un brazo musculoso por encima de sus hombros, entraron y le quitó la camiseta, tubo la tentación de aspirar su olor una vez la tenía entre las manos.

El olor de Daniel era enloquecedor, una mezcla entre coco y algo mágico.

Se fijó en los cardenales que se acumulaban en su espalda esbelta, como constelaciones y nebulosas sobre su piel.

–Si querías ducharte conmigo podrías haberlo dicho antes. –sonrió de manera testaruda con un hilo de sangre colgando de su rostro.

–¿Es que no puedes dejar de ser un pervertido ni cuando estas malherido? – bufo con ironía y seguidamente lo sentó en el borde de la bañera de manera que quedara apoyado en la pared. Cogió un algodón del paquete de plástico que había en su armario y lo untó en alcohol para limpiar las heridas de la cara y limpiar la sangre seca que había acumulada.

Mi vida, mis reglas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora