Capítulo I: El orgullo de la familia

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Me sentía totalmente ahogada. Comenzaba a comprender que mi peor pesadilla era perder el control, como en esta clase de situaciones en la cuales no sabía qué hacer o qué me deparaba.

Pocos segundos después de que mi padre me hubiese reprochado por la carta que me envió una hija de muggles, otra lechuza se acercó; ésta sí era una pesadilla. Era una carta de parte del Ministerio de Magia recordando la prohibición de realizar conjuros en menores de edad fuera del colegio y, como causa, una posible expulsión del mismo. Se me citó ir urgentemente el miércoles (mañana) al Ministerio, dado que no había sido un hechizo de levitación ni mucho menos, no, habían sido los tres Maleficios Imperdonables.

— ¿CÓMO PUEDEN ESTAR SONRIENDO POR ALGO ASÍ? —les gritó mi madre, tomándose la cabeza con las manos temblorosas. No parecía haber rastro de su habitual porte— ¡Yo...! ¡OH, MADRE, PADRE! —cayó de rodillas, llorando. Su rostro se había teñido de un carmesí intenso, al igual que sus ojos.

No entendía qué estaba sucediendo, era como si le hubiesen dado la peor noticia del mundo. Ella estaba fuera de sí y mis abuelos trataban de socorrerla sin mucho éxito.

— Lo más sensato es que salgas por el momento, Druella —habló mi padre con su semblante cambiado. Parecía una persona nueva, lucía dócil.

Quise tomar las cartas de su mano, pero no me atrevía. Tenía el deseo de distraerme de lo que estaba sucediendo, pero comprendía que sería agregar un peso innecesario a la situación.

Corrí escaleras arriba y me adentré en mi habitación. Busqué por la alfombra el cadáver de Bella en vano, no había rastro de lo que había sucedido. El libro también había desaparecido.

¿Qué está sucediendo? ¿Cómo es que pasó todo tan rápido?

Entrecerré mis ojos a la nada. Sólo tenía cuatro imágenes en mi cabeza. Eran como flashbacks demasiado lentos: mi madre entrando alarmada a la habitación de mi abuela; Bella muerta; mi padre agitando la carta de Hermione; mi madre cayendo de rodillas. Era todo lo que tenía.
Necesitaba realizar conjeturas, algo que me permitiera aclarar la situación. Ni siquiera recordaba haber visto entrar a mis abuelos al salón.

Decidí bajar nuevamente las escaleras y pegar mi oído a la puerta del gigantesco living, el cual se hallaba bajo llave.

— Compórtate Lyra, por Salazar, compórtate —le decía mi abuela. Mi madre estaba modulando su respiración— . Todos sabíamos perfectamente que Druella... Todos estábamos esperando este momento.

— Pero, madre, es tan pequeña... Ella no... ¡Es demasiado! ¿Cómo pueden sonreír ante algo así? —preguntó mi madre.

— ¿Cómo? Oh, cariño. Tu hija será una fiel servidora, ya lo verás —respondió mi abuela casi riendo— . La veo y le siento tanto potencial, tanto talento ¡Seremos invencibles esta vez! ¡Mírala, ni siquiera tiene doce años y ha logrado realizar las maldiciones! ¡Hizo historia! ¡Es un milagro! Si tan sólo estuvieran tus hermanos aquí... O Bellatrix, ¡Esto sería glorioso!

¿¡Ah!?

— Lo será, lo será —dijo mi abuelo, igual de alegre— . Cuando salgan, será lo primero que sabrán.  

— ¡No están pesando en ella! ¡La conozco! —exclamó mi madre nuevamente— . ¡Se destrozará si la expulsan de Hogwarts!

— Bueno, ¿no has dicho ya que fue un accidente? No fue su culpa, fue un magnífico accidente, el cual ha definido su futuro ¡Grandioso! —mi abuela dio una pausa para suspirar— . ¿Qué opinas, Cepheus? ¡Debes estar muy orgulloso de tu hija!

— No tiene idea, señora Lestrange —respondió, parecía ¿sonreír?— . Este momento es crucial en nuestras vidas. En un futuro no muy lejano podrá terminar de desarrollar todo su potencial a su antojo, podrá servir como se es debido.

Sirrah Black & la Cámara Secreta | SBLAH #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora