Capítulo V: La Fiesta Fantasma

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Salí del baño después de ducharme. Mis compañeras de cuarto seguirían durmiendo hasta tarde, así que no me preocupé por llamarlas.

Estábamos a comienzos de octubre. Yo continuaba confundida por el intento de George de besarme (él me evadía cada vez que tenía ocasión), intrigada por el beso entre Cedric y Margot (a quien no le he anunciado que ya sé) y, más que todo, angustiada debido a la voz que había escuchado la noche del casi beso. Había sido tan terrorífica, tan helada y siniestra.

Me senté en el borde de la cama de la rubia, quería despertarla mas no me quise arriesgar a que me golpeara por irrumpir su "sueño de belleza". Me puse de pie y decidí dirigirme a la biblioteca para realizar los deberes que tenía pendientes.

Los pasillos estaban casi desiertos, sólo algunos estudiantes que habían madrugado para hacer bromas eran la excepción, al igual que otros que llegaban de entrenar quidditch.

La mañana estaba nublada con un frío que traspasaba los huesos. Esto me hizo recordar la última conversación que tuve con el profesor Dumbledore acerca de mis poderes y de que me ayudaría, sin embargo, hasta el momento me ha mandado a llamar y cada vez tenía más ganas de contarle a mis amigos, al menos para que me ayudaran a averiguar algo.

— Te digo que no, tienes que hacer primero los deberes —reconocí esa voz enseguida. Era Hermione.

— ¡Pero Harry está jugando! —las inconfundibles quejas de Ron.

— Él está entrenando.

Me volteé sobre mis talones para doblar en el siguiente pasillo. Allí estaban ellos de espaldas, caminando hacia las escaleras de mármol con muchos libros en sus manos.

— ¡Chicos! —llamé su atención.

Herms se detuvo en seco, haciendo que Ron se golpeara con ella y soltara todos los libros.

— ¡Bien hecho, Hermione! —replicó molesto, sin cerciorarse de que yo estaba allí.

— Sirrah, ¿vienes a estudiar? —preguntó, mirando mis libros— . ¿Qué esperas? Recógelos, Ron.

Éste obedeció de mala gana después de saludarme.

— Ven con nosotros, no la soporto —me pidió Ron, señalando con la cabeza a Hermione. Ella rodó los ojos.

— Claro, ¿dónde nos hacemos?

— Ya que no hay nadie podríamos sentarnos por allí. Así Harry nos verá cuando venga a cambiarse —caminamos hacia el peldaño que la castaña apuntó, ordenando los libros y sacando pergaminos y plumas.

Después de media hora estudiando, Ron y Hermione estaban aburridos el uno del otro. Él no dejaba de quejarse porque no entendía la poción que yo le estaba explicando y ella hacía comentarios negativos sobre su actitud.

— ¡Pero no es mi culpa! —cerró el libro con fuerza— . ¡Ustedes son unas sabelotodos! —rodó los ojos, cruzándose de brazos— . ¡Oh, mírenme, presumo porque sé mucho, sé mucho! —habló con voz chillona.

Cerré mi libro suavemente y lo fulminé con la mirada, suspirando coraje.

— Lo lamento, eso último no iba para ti —se disculpó, juntando las cejas— . Iba para ella.

Hermione se enderezó. Me preparé mentalmente para escuchar su comentario de defensa, pero sus ojos se desviaron en otra dirección, sonriendo de repente.

— Harry, ¿qué tal? —dijo.

Nos volteamos hacia él, tenía su traje escarlata embarrado de pies a cabeza.

Sirrah Black & la Cámara Secreta | SBLAH #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora