Capítulo III: Gilderoy Lockhart

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Me abrí camino entre la multitud que me impedía el paso en la estación King's Cross. Las vacaciones habían llegado a su fin y, durante tres semanas, no había visto a nadie que no fuera mi madre, mi padre o el medimago Archer.  

Continué hablando con Hermione, Ron y Harry (dado que estaban en la misma casa, los chicos me enviaban una sola carta), pero al final les había dejado de responder porque era evidente que las cosas estaban raras desde el “incidente” entre Lucius y el señor Weasley. Hasta ahora no entendía qué había pasado. Todo lo que sabía es que, según mis amigos, era culpa de mi tío, y según los Malfoy, era culpa de los Weasley.

En cambio, continuaba hablando con Dora y Andrómeda, quien al fin había llegado de su viaje. Hace dos semanas, cuando estuve sola con mi madre, le conté que las había contactado y desde entonces les enviábamos cartas a escondidas de mi padre.

Me sorprendió el que madre, al igual que yo, no encontrara ningún problema con que el esposo de Andrómeda fuera un muggle y, por ende, una repudiada. De pequeña sentía que nuestras visitas a la familia Tonks eran una aventura excitante, pero ahora que soy más grande y sabía más del asunto, era confuso.

— Tus abuelos tienen una visión muy limitada de lo que es un ser humano —me había dicho. 

Justo ahora caminaba mucho más perdida que hacía un año, en mi primera vez yendo al tren. Tal vez porque no sabía si seguía teniendo amigos, o porque mi familia escondía demasiados secretos y me evadían cada vez que yo intentaba encontrar una respuesta. Por ejemplo, ese día en el que Lucius y el señor Weasley se pelearon, mi padre llegó a la mansión a deshoras. Yo no planeaba espiar, simplemente los escuché por accidente cuando me dirigí a la cocina para pedirle a Dobby un pudín de guisantes (había perdido una apuesta con Draco). Y, a pesar de que no me puedo sacar la conversación de la cabeza, tampoco logro hallarle sentido.

" — Cepheus, te digo que ya sabe su nombre —mi tío habló casi sin mover sus labios.

— ¿Y? ¿Cuál es el punto? Es sólo un recuerdo.

— Un recuerdo que ya conoce toda la condenada historia. ¿Y si descubrió que es ella?

— ¿Cómo la sabría? Nadie sabe el nombre de la chica, además, hasta ese entonces no se sabía qué había sucedido con la primera.

— No lo sé, tal vez alguien le dijo lo que sucedió y...

— No tiene sentido esta situación, has poseído ese diario durante todo este tiempo. No sucederá nada, no existe escritura ni ningún registro del nombre de la tercera. Ni se te ocurra, Lucius —su tono detonaba una orden.

— Lo sé, de todas maneras..., ya no hay de qué preocuparse, ya he cumplido mi misión.

— ¿A quién se lo has dado? "

Tal vez con lo que seguía podría haber averiguado a qué se referían, pero Dobby apareció con el postre en un chasquido de dedos e hice caer unas ollas debido a la sorpresa. Su conversación culminó y, horas después, nos encaminábamos nuevamente a la Casa Black.

— Busca a Draco, ha de estar adentro —animó mi madre mientras arreglaba su cabello—. Lucius nos avisó con tardanza, así que supongo que su hijo ya está cómodo en el tren —se acercó y me besó la cabeza—. Cuídate. Te extrañaremos —rodé los ojos.

— Madre —miré fijamente sus ojos marrones— , ¿cuándo terminarán los secretos?

— ¿Qué secretos? —una casi imperceptible inseguridad cruzó su voz.

— Digo, yo puedo guardar secretos, de verdad, soy buena en ello. Pero odio que me los guarden a mí —mi madre asintió, pero no parecía que quisiera responder— . También los extrañaré —suspiré de mala gana.

Sirrah Black & la Cámara Secreta | SBLAH #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora