Capítulo XIV: La Cámara de los Secretos

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—  ¡Auch, Sirrah! —gritó Margot en la Sala Común mientras yo desenredaba las ramas secas en su cabello ruloso. 

— Delta, por favor, sé más delicada —y, claro está, desenterraba espinas de las manos de Theodore.

— No lo entiendo, ¿se estaban revolcando en un túnel o algo por el estilo? —me percaté de que la rubia fulminó con la mirada al chico, y éste le sonrió de lado, con una mirada perspicaz— . ¿Saben qué? No quiero saberlo. 

— ¡Iuh, no! ¡¿En qué diablos estás pensando?! —la semi-Veela me miró con los ojos agrandados. Se veía molesta, pero no dudaba en que perdonaría a Theo en cualquier momento.

— Déjala, no hay nada de malo con lo que está pensando —la abrazó por la cintura mi amigo. Ella se soltó bruscamente. Nott rodó los ojos y fijó su atención en mi brazo— . ¿Aún te duele?

— Sí, pero al menos ya puedo moverlo —sonreí.

Hacía dos días que mi extremidad se había tornado de color morado, así que Harry y Ron prácticamente me arrastraron hasta la enfermería y la señora Pomfrey me tendió una poción curativa.

— Aún se me hace difícil creer que te lo lastimaste cayéndote de las escaleras —entornó sus ojos hacia mí.

— Pero es verdad —afirmé. Y en parte lo era, pues me había caído de las escaleras cuatro días atrás, golpeándome en esa misma zona. 

El timbre sonó y nos dispusimos a salir de las mazmorras. Los exámenes estaban a tres días de comenzar (algo que nos tomó de imprevisto a todo el alumnado debido a los recientes acontecimientos) y la profesora McGonagall había anunciado que las mandrágoras ya estaban listas para ser cortadas; éstas se iban a utilizar en una poción que "despertaría" a los petrificados. La noticia bailaba felizmente en mi cabeza, ya quería tener a Hermione entre nosotros. 

Los chicos no habían accedido a ir donde Myrtle la Llorona, decían que podíamos esperar hasta el siguiente día y entonces los petrificados nos dirían quién era el heredero o qué los había atacado, pero yo no me sentía cómoda esperando. 

— ¡AHHH! —gritó Ron cuando lo jalé de sorpresa a él y a Harry hacia una esquina— ¡No me comas, por favor! —estaba apretando fuertemente sus ojos mientras se encogía en la fría pared.

— ¿Podrías abrir los ojos, Ron? —dije.

El pelirrojo los abrió, más tranquilo.

— Oh, Sirrah. ¡No vuelvas a hacer eso! ¡Estamos siendo acechados por un monstruo y tú me agredes de esa manera!

Shh —ordenó Harry mientras requisaba el pasillo— . ¿Qué sucede?—me preguntó— . Si nos ven...

— ¿A quién le importa? —interrumpí— . Tenemos que ir a preguntarle a Myrtle, ya mismo —se miraron alarmados.

— Sirrah, yo no...

— No creo que...

— Jóvenes —llamó nuestra atención el profesor Lockhart— . ¿A dónde se dirigen tan solitariamente? —sonrió con arrogancia— . Creen que el peligro ya pasó, ¿no es así?

— Íbamos al aula de Historia de la Magia —mentí con presteza— . Ya sabe, como usted dijo que el heredero ya ha sido atrapado...

— Me sorprende de usted, Black —me sonrió cómplice mientras comenzábamos a caminar— . Es muy cierto. Recuerden mis palabras: lo primero que dirán las bocas de esos pobres petrificados será "Fue Hagrid". Francamente, me asombra que la profesora McGonagall juzgue necesarias todas estas medidas de seguridad.

Sirrah Black & la Cámara Secreta | SBLAH #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora