Capítulo VI: Salazar Slytherin

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— ¿Qué pasa aquí? ¿Qué pasa? —desvié la mirada de mi primo hacia Argus Filch, el conserje. Éste acababa de abrirse paso por entre la multitud.

Cuando visualizó a la Señora Norris inmovilizada, se echó para atrás con las manos en su rostro. Estaba horrorizado.

— ¡Mi gata! ¡Mi gata! ¿Qué le ha pasado a la Señora Norris? —chilló. De repente, fijó su mirada en Harry y en mí, parecía querer abalanzarse sobre nosotros y arrancarnos la cabeza— . ¡Ustedes, escorias! ¡Potter y Black! ¡Ustedes han matado a mi gata! ¡La han matado! ¡Y yo los mataré a ustedes! ¡Potter...!

— ¡Argus!

La potente voz de Dumbledore intervino. Detrás de él llegaron otros profesores que no logré reconocer ya que los nervios me cegaron por un instante. El director caminó hacia nosotros, analizándonos y luego removiendo a la gata de la argolla.
Yo estaba espantada, no era la primera vez que él se enteraba de una gata sin vida a mi lado; salvo que la anterior ocasión sí había sido mi culpa.

— Ven conmigo, Argus —le ordenó a Filch— . Ustedes también, Potter, Granger, Black y Weasley.

Y como nunca falta el idiota...

— Mi despacho es el más próximo, director —habló Lockhart un poco asustado— , nada más subir las escaleras. Puede disponer de él.

— Gracias, Gilderoy.

La silenciosa multitud se abrió para darnos paso. Draco me miró temeroso, al igual que los demás estudiantes. Detrás de nosotros prosiguieron la profesora McGonagall, el profesor Snape y Lockhart.

Nos adentramos en el oscuro despacho de éste último, creando un gran revuelto entre sus autoretratos. Noté que la mayoría de ellos tenían rejillas y rulos puestos.

Y justo cuando creí que no podía ser más ridículo.

El profesor Dumbledore posó el cuerpo de la Señora Norris encima de un escritorio, el cual estaba siendo iluminado por el escaso reflejo de una vela. Harry, Hermione, Ron y yo intercambiamos miradas tensas, sin saber qué decir en nuestra defensa. Luego nos sentamos en silencio fuera de la zona iluminada.

El director se inclinó sobre la gata, al igual que la profesora McGonagall, ambos la miraban con los ojos entornados.

— Puede concluirse que fue un hechizo lo que le produjo la muerte..., quizá la Tortura Metamórfica —sugirió Lockhart (alias Idiota), rodeando el grupo— . He visto muchas veces sus efectos. Es una pena que no me encontrara allí porque conozco el contrahechizo que la habría salvado.

Los penosos sollozos de Filch acompañaban sus estupideces. El conserje se desplomó en una silla contigua a la mesa, aún con las manos cubriendo su rostro, como si estuviese pensando: "Si no lo veo, no existe".

El director Dumbledore comenzó a susurrar cosas extrañas que apenas eran audibles, seguido de ésto golpeó levemente al felino con la punta de su varita mágica; nada ocurrió.

— ... Recuerdo que sucedió algo muy parecido en Uagadugú —continuó Lockhart— , una serie de ataques. La historia completa está en mi autobiografía. Pude proveer al poblado varios amuletos que acabaron con el peligro inmediatamente —iba a cortarlo con alguna palabra pero Ron me tomó del brazo, señalándome de que me detuviera. Rodé los ojos y cerré la boca.

— No está muerta, Argus —anunció Dumbledore, incorporándose. Ésto calló al idiota.

— ¿Que no está muerta? —preguntó entre sollozos el conserje— ¿Entonces por qué está rígida?

Sirrah Black & la Cámara Secreta | SBLAH #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora