– ¡Zeus, te imploro que despejes los cielos! –gritó Kyat, levantando ambos brazos hacia arriba.
Después de rodar los ojos, Iss dijo:
– Si no se hubieran gritado durante media hora como si tuvieran cinco hijos y treinta años de casados, no habríamos tenido que abandonar el jodido taxi al que esperamos como si fuera Barack Obama en persona.
– O como si fuera Kill Bill volumen 4 –agregó Kyat.
– Si Alexander no actuara como si lo hubieran criado en un establo no habría tenido que reclamarle –contradijo Cece.
– Oye, alto ahí –reclamó Alex–. No es mi culpa que seas una histérica además de una hippie.
– No me llamarás "histérica" o "hippie" cuando el agujero en la capa de ozono sea tan grande que estemos ardiendo en llamas porque personas con escasa capacidad cerebral como tú contaminaron el planeta.
– Si no ardemos aquí, ardemos en el infierno, de cualquier manera. –contestó Alexander, encogiéndose de hombros.
Frustrada, Cece se cruzó de brazos al tiempo en que decía:
– Podría abonar mi jardín contigo, idiota.
– ¿Por qué a Cece le salió un feto en la frente? –le susurró Kyat a Jess en tono de preocupación.
– Es una vena, creo –respondió ésta–. O un tumor.
– De hecho, sí es vena –intervino Cece, parando de gritarle a Alex por un momento–. Sólo salta cuando estoy estresada o enojada.
– Si me saltaran venas por cada momento del día en que estoy enojada parecería un plano de espagueti –comentó Isabella, sonriendo de lado con diversión.
– Haz lo que hago yo –aconsejó Kyat–: cuando siento que tengo demasiado en la cabeza, imagino que una pequeña mucama entra por mi oído y limpia mi cabeza.
– Cuando dijiste "tengo demasiado en la cabeza", ¿te referías a que no tienes suficiente espacio para todos los nombres de los pokémones? –se mofó Alex.
– Son menos que las chicas que andan por la escuela creando rumores sobre las diferentes deformidades que tienen tus partes privadas. –replicó Kyat.
– Eso se debe a que están enojadas porque no las volví a llamar después de acostarme con ellas. –respondió Alex con indiferencia.
Jess le impidió a Cece decir algo más, pues parecía que Alex y ella podrían ponerse a pelear hasta sobre hacia qué lado soplaba el viento.
– Antes de que prosigan con la innecesaria demostración de exceso de testosterona –interrumpió Miles, tan calmado como siempre–, debería recordarles que está lloviendo, y que sería muy agradable ir a un lugar en donde haya un techo decente.
– Por más ganas que me den de golpearme la cabeza contra la pared, debo decir que Miles tiene razón –dijo Jess–. Estoy harta de que se griten como si estuvieran en el maldito zoológico.
– Dios –dijo Kyat–, ¿por qué eres tan adorable cuando te enojas, J?
– ¡Estoy hablando en serio, Kyat! –se quejó ella, aún más molesta.
– Lo sé, por eso es tan tierno. Es como si tuvieras picante en polvo por todo el rostro. Luces como esa muñeca que tenía de pe... que mi primo tenía.
Por alguna razón que los otros cuatro no entendieron, miró a Alex con nerviosismo.
– Estoy segurísimo que el de las muñecas eras tú, el mismo que el del tutú –respondió éste, mordaz.
ESTÁS LEYENDO
The Faker.
Teen FictionÉrase una vez un chico con pecas que escribía y que después existía. Érase una vez una chica con cabello del color del amanecer que tocaba mejor de lo que respiraba. Él había aprendido que destruir cosas era más fácil que construirlas. Ella iba a a...