Cece tenía la piel de gallina. Con la mente puesta en la idea de que lucían como pequeñas montañas en el valle que era su piel, dijo:
– Deberíamos decidir quién se va a arriesgar a pararse fuera del techo para tomar un taxi –dicho esto, involuntariamente se sacudió debido al escalofrío que la recorrió.
Alexander bufó y, dando la impresión de estar prestándole un pulmón en vez de su chaqueta, se la colocó sobre los hombros.
– A veces logras que se me olvide que todavía hay restos de decencia en ti, Alex –se burló Isabella.
– A veces logras que se me olvide que todavía hay restos de neuronas en ti, Iss –replicó Alexander, obsequiándole una sonrisa sarcástica.
– A todos nos queda claro que Alex no es precisamente la madre Teresa, pero todavía no decidimos quién va a tomar el jodido taxi –les recordó Jess, pues aunque también tuviera puesta su chaqueta, el frío lograba colarse a través del tejido.
Los seis se encontraban de pie a las puertas de Christophe Maison desde hacía poco. Todavía no lograban llegar a un acuerdo y Miles estaba perdiendo la paciencia. Intentaba apaciguarse pensando en la calidez de su habitación, en donde lo esperaba su copia de "El hombre invisible" lista para ser leída por cuarta vez.
– Yo no. Tengo mojadas hasta las bragas, y no de la buena manera. –se reusó Isabella, negando con la cabeza.
Scott se aclaró la garganta con incomodidad al escuchar el comentario de la pelinegra, lo cual sólo logró divertirla más.
– Yo tampoco –afirmó Alex–. No tengo mi chaqueta, y lo último que me falta es empaparme para morirme de una pulmonía triple. Además, no luzco tan bello pareciendo una cascada humana.
– ¿Acaso este chico se cree la fuente de vida misma o algo así? –cuestionó Cece hacia Kyat en un susurro.
– Es posible –contestó Iss, quien también había escuchado el comentario–. Pero, vamos, todos sabemos que Alex va a morir de alguna enfermedad de transmisión sexual, no de algo tan inocente como pulmonía, por Dios.
– Obviamente, porque la pulmonía es sólo para monjas –dijo Jess sarcásticamente.
– ¿Sabían que se calcula que en el mundo hay 400 millones de perso...?
Iss levantó la palma de su mano en dirección a la cara de Miles, quien se calló e inmediatamente reafirmó su ceño fruncido.
– ¿De personas a las que les importa un carajo tu comentario? Pues adivina qué, Milo: cinco de esas personas están aquí.
– Dejen de llamarme Mi...
Esta vez el que no dejó a Miles terminar su oración fue Alex, pues no pensaba dejar ir tan fácil el comentario de Cece, quien en su opinión no era más que una hippie apestosa.
– Es que si lo piensas, querida Cece, la belleza es la fuente de la vida misma. ¿Piensas que Adán hubiera tenido hijos con Eva de haber sido fea? A mí me parece que no –frunció lo labios en una mueca de superioridad, cruzándose de brazos como si fuera el candidato ganador a la presidencia del país.
– Si a nadie le interesó mi comentario, seguramente a nadie tampoco le interesa el tuyo, Alexander, por más inteligente que creas que sea –dijo Miles, aliviado de por fin poder terminar una oración–. Alguien va a tener que pararse fuera del techo y tiene que ser pronto. Van a ser las seis de la madrugada cuando termines de hablar sobre tu eterna y perpetua belleza.
– Bueno, pues les repito que no seré yo –reafirmó Jess–. Me resfriaré y no podré asistir a...
Iba a decir "instituto", pero algo dentro de su cerebro le advirtió lo mucho que aquél comentario jugaría en su contra.
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The Faker.
Roman pour AdolescentsÉrase una vez un chico con pecas que escribía y que después existía. Érase una vez una chica con cabello del color del amanecer que tocaba mejor de lo que respiraba. Él había aprendido que destruir cosas era más fácil que construirlas. Ella iba a a...