Capítulo 12. On Top of the World.

3 0 0
                                    

Miles pensaba en su piano, Alex pensaba en cuándo carajos le daría tiempo de pulir a su bebé (su motocicleta, como probablemente sabrán), Cece pensaba en su jardín, Jess pensaba en su violín y Kyat pensaba en qué tan gracioso sería Homero Simpson en una cama elástica. Todos se encontraban sentados en el sillón más grande de la sala de estar, con Iss de pie frente a ellos de brazos cruzados, dándoles la impresión de ser niños pequeños recibiendo una reprimenda.

–Respóndanme una cosa –dijo Iss por fin–. ¿Les apetece sentir que, por un momento, han abandonado la tierra? ¿Que están en un lugar sólo conocido por nosotros seis, en donde podemos hacer lo que queramos sin preocuparnos por el qué dirán, o por las consecuencias? ¿Les apetece sentir que nada importa y olvidarse de sus problemas, responsabilidades o lo que sea que les molesta? ¿Les gustaría sentir que han muerto, sin en realidad haberlo hecho? Porque eso, mis amigos, es lo que sentirán si se unen a la inminente borrachera que planeo tener esta noche. Deberían de sentirse elogiados, de hecho, por haber sido elegidos para acompañarme en tan importante misión.

–Me ofende que preguntes, la verdad. Todos saben que siempre estoy dispuesto a caer inconsciente en cualquier parte de la ciudad –contestó Alexander, levantándose y posicionándose a lado de Iss–. ¿Tú qué dices, rojita?

Jess miró hacia abajo, sopesando su posición. Nunca antes se había emborrachado; aborrecía el alcohol. Algunas de sus amigas le habían contado lo horrible que se sentía la resaca. Sin embargo, la gente lo bebía todo el tiempo, una y otra vez. Una pequeña parte de Jess lo deseaba. Deseaba divertirse como nunca se había divertido, hacer cosas que nunca haría y que probablemente no recordaría. Deseaba olvidarse de todo por un pequeño momento, comprobar de lo que era capaz.

–Con gusto amaneceré inconsciente a lado de ti, Alex –contestó con una sonrisa de complacencia, levantándose de un salto. Miró a Miles, quien la miró de regreso. Así permanecieron por unos segundos, en completo silencio, hasta que él dijo:

–Dudo demasiado que alguien me extrañe en casa.

Para sorpresa de todos, se situó a lado de Jess. Por supuesto, con el ceño fruncido.

El consumo de alcohol hace que nuestro cerebro libere endorfinas, las cuales son compuestos químicos que se adhieren a ciertos receptores de nuestro cerebro generando placer, recitó él en su mente, intentando recordar en dónde había leído eso. Tal vez no era lo que más placer le causaba en el mundo a Miles, ni siquiera la mejor manera, pero no era como si fuera un tabú o algo así. Él siempre había creído que la gente se emborrachaba para olvidar: para olvidar que estaba dañados, para olvidar el dolor, para olvidar lo que habían hecho o lo que deseaban hacer. Y para Miles, la vida se trataba de eso: intentar olvidar, intentar evadir. Y si le ofrecían olvidar por toda una noche, no iba a rechazar la oferta.

–Podríamos ir a un bar como al que va Homero Simpson –Kyat se encogió de hombros, levantándose inseguro.

–Espero que no lo hagas sólo porque piensas que es una oportunidad para enredarte con Iss –se mofó Alex, sonriendo.

–¿Quién sabe? –cuestionó Isabella, mirando a Kyat de reojo.

Faltó poco para que el chico comenzara a ahogarse.

–Sigo sin ver porqué esto es una buena idea –contestó Cece, más seria de lo que la habían visto hasta ese momento.

–De hecho, sería mejor si no bebieras –dijo Iss–. Así puedes cuidar de que no nos atropellen o nos tiremos de un edificio.

–Es por una buena causa –añadió Alex.

Cece repasó a los demás con la mirada, cada uno de ellos parado frente a ella, cada quien con diferentes razones, pero todos dispuestos a dejarse ir por aquella noche. No se pudo resistir, y asintió con la cabeza.

The Faker.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora