–¿Qué carajo? –exclamó Alexander, entrecerrando los ojos para protegerlos del sol que se colaba por la ventana de su sala de estar.
–Cállate, Dios mío –replicó Cece, sentándose poco a poco mientras se frotaba los ojos–. Si tanto te gusta estaré feliz de coserte una –rio.
–Tengo suficientes cortinas, gracias –respondió Alex sonriéndole hipócritamente.
–Maldita sea, dejen de hacer tanto ruido –reclamó Isabella, dándoles la espalda desde su lugar en el piso.
–Te recomendaría mirar tus pantalones –dijo Alexander.
–Les juro que van a ser capaces de verse el intestino grueso después de que les meta los ojos por el... –entonces miró debajo de la cobija que la arropaba–. ¿Qué carajo?
–Exactamente –sonrió Alex.
Jess produjo un quejido desde el sofá individual. Giró su cabeza hacia la luz y notó que los tres la miraban.
–¿Qué? –cuestionó, intentando acostumbrar su vista a la luz–. ¿Alguien me podría refrescar la memoria acerca de lo que hicimos anoche?
–Me parece que fue una orgía –respondió Alex.
–Bueno, eso explica por qué me duele todo el cuerpo –se incorporó. Cuando por fin pudo abrir los ojos del todo, exclamó–: ¡Mierda! ¿Estoy usando los pantalones de Miles? –se levantó más rápido que un relámpago y comenzó a caminar de un lado a otro.
–Hey, tranquila –rio Alexander–. Para mí tiene un aspecto decentemente higiénico.
–El chico no tolera que le toques ni el aura, ¡imagina cómo va a reaccionar cuando vea que estoy usando sus jodidos pantalones! –susurró Jess, en un intento por no despertar a los demás.
–Ugh, tengo huevo en el cabello –se quejó Isabella, haciendo caso omiso de la pelirroja.
–Es un buen tratamiento –dijo Cece, quien también tenía huevo en el cabello–. Aparentemente lo deja más suave que cualquier champú.
–Considera que eso viene de alguien que seguramente se lava el cabello con pipí de sus iguanas o algo así –dijo Alex con cara de asco, dirigiéndose a Isabella.
–Me lo lavo con champú hecho de plantas, idiota.
–¡OH DIOS MÍO! –gritó Jess, sin poder evitarlo, palideciendo–. ¡MIS PAPÁS NO TIENEN IDEA DE DÓNDE ESTOY! ¡SEGURAMENTE PARA ELLOS YA ESTOY MUERTA Y MI CADÁVER YACE EN EL FONDO DEL MAR!
–¿Por qué el alboroto? –preguntó Kyat, reincorporándose repentinamente y provocando que Cece se sobresaltara–. Es... estoy usando los pantalones de Isabella.
–Así es –dijo la chica, sonriéndole coquetamente–. Te metiste en mis pantalones más pronto de lo que habría esperado.
Kyat abrió la boca, pero el rubor repentino que cubrió su rostro entero provocó que bajara la mirada, sonriendo nerviosamente.
–¿¡QUÉ CLASE DE MIERDA DE HIJA DESAPARECE UNA NOCHE ENTERA?! –continuó Jess, cada vez más alterada.
–Descuida, Kyat –dijo Alex–. A ti te fue bien. Desgraciadamente a mí me tocó usar el mantel que Cece llama falda –y se levantó para sacudir sus caderas y mover la tela.
Isabella soltó una carcajada, lo cual provocó que Miles despertara.
–Estoy condenada –dijo Jess, mirando hacia un punto fijo del suelo con los ojos abiertos más de lo normal–. Se han acabado mis días de libertad, probablemente hoy sea el último día en el que vea la luz del sol.
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The Faker.
Genç KurguÉrase una vez un chico con pecas que escribía y que después existía. Érase una vez una chica con cabello del color del amanecer que tocaba mejor de lo que respiraba. Él había aprendido que destruir cosas era más fácil que construirlas. Ella iba a a...