Capítulo 4. Hopeless Wanderer.

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¿Alguna vez has sentido que tu corazón lucha por salir de tu pecho? ¿Que se ha descompuesto y que ha olvidado cómo latir? ¿Has sentido que aunque es cobarde preferirías desmayarte a seguir sintiendo lo que sientes?

Jess estaba deseando entrar en un coma profundo. Tal vez así ya no escucharía saxofones chillando en su cabeza. Ni siquiera la música que salía por sus auriculares le ayudaba. Sentía que traía una orquesta completamente desafinada metida hasta el centro mismo del cerebro. Apresuró el paso, rezando para que su maestro tuviera misericordia y no la mandara derecho a detención su primer día. La mochila le pesaba como mil demonios sobre la espalda, y eso no ayudaba. No se había atrevido a gastar más tiempo pasando a dejarlos a su casillero. Sentía que sudaba en partes que no se suponía que debían sudar, las manos le temblaban y estaba casi segura de que tenía un leve tic en el ojo. La única cosa que tenía ganas de hacer era acurrucarse en una esquina en posición fetal y llorar hasta que se le saliera los ojos. El auricular que no llevaba en el oído rebotaba contra su pecho a cada paso mientras su sombra la perseguía, tal como tenía que hacerlo.  

Pensó que en realidad no tenía razón para estar tan nerviosa. Su día no había sido la completa mierda que esperaba y tal vez con un poco de gloria divina no estaría tan desubicada con respecto al programa educativo de su nueva institución.

Y ahí estaba. Aula 35.

Respiró profundo por segunda vez en el día y decidió que no debería molestarse en tocar. Se recordó que debía ser insolente pero no lo suficiente como para terminar en un reformatorio. También se recordó que debía mantenerse relajada. No drogada, sólo relajada.

Giró la manija, la cual chirrió en Mi. ¿Nunca se han dado cuenta de cómo nos fijamos en las cosas más extrañas cada vez que estamos nerviosos?

- Buenas noches, señorita –saludó el profesor. Algunos alumnos rieron.

No se atrevió a mirarlos. Pegó sus ojos al profesor como si fuera la última botella de agua en un desierto.

- Supongo que debería saber que soy la alumna nueva –dijo ella, sin siquiera atreverse a parpadear.

Estaba más tensa que las cuerdas de su violín.

Contempló cómo su nuevo profesor buscaba en una lista.

- Ah, claro, Jessica. Yo soy el profesor Peters y te agradecería mucho si tomaras asiento. Si no entiendes algo, hazme saber y te lo aclararé –sonrió.

La chica sentía que sus órganos internos estaban practicando lucha libre unos contra otros. Se consoló con la idea de que las demás personas probablemente nunca lo sabrían.

Había un solo asiento vacío. La chica se permitió una rápida mirada y arrastró los pies hacia la butaca, sin apartarse el cabello de la cara. Ni siquiera miró a la persona que tenía justo a lado. En ese momento no creyó que tuviera importancia.

Oh, pobre e ingenua Jess. ¿Cómo podría ella saberlo? Todo el tiempo, cada uno de nosotros posee completa ignorancia en lo que concierne a lo que será de nosotros. La vida es una perra, y la verdad nunca sabrás si planea dejar caer un piano sobre ti o si planea darte una diarrea masiva. Es como dijo el buen Kurt: nadie muere virgen, la vida nos jode a todos.

Jess se sentía turbo jodida.

- Bien, este semestre hablaremos acerca de la literatura en la época del renacimiento. Para comenzar...

A partir de aquí es en donde ella dejó de escuchar.

Se cruzó de brazos. Estaba respirando de la misma manera en la que respiraba cuando corría 7 kilómetro seguidos, aun cuando sólo había dado unos cuantos pasos. ¿Así era como se sentía la gente obesa todos los días?

The Faker.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora