- ¡De nuevo, muchísimas gracias a todos! –Cece le obsequió una sonrisa radiante a las personas que se encontraban en la cafetería y se puso de pie-. Esto ha sido todo por hoy, que tengan una linda noche.
Se escucharon unos cuantos aplausos. La chica rubia les dio la espalda y se agachó para poder acomodar sus cosas.
- Kyat, ¿no quieres ordenar nada? –preguntó Jess, preocupada, pues el chico seguía con la cara enterrada entre los cojines.
No obtuvo respuesta.
- Me parece que está dormido –le dijo Miles, sin apartar la vista de su libro.
Desesperada, Jess miró hacia la ventana otra vez. La tormenta seguía igual, o peor, si era posible. Justo cuando estaba por comenzar a sacudir el hombro de Kyat, su celular sonó. Ella dio un pequeño saltito en cuanto ocurrió y se apresuró a tomar la llamada. Se maldijo por no haber cambiado el tono, pues Miles levantó una ceja al escuchar la melodía del opus No. 77 del concierto para violín en Re Mayor de Brahms.
"Jessica piensa que Mozart es un nuevo DJ. Claro, y yo tengo abdominales", pensó el chico con ironía.
Jess se levantó del sillón rápidamente y se encaminó a los baños, el lugar más alejado de Miles en todo el recinto.
- Hola, papá –saludó cariñosamente.
- ¡Hola, cariño! –exclamó Dave al otro lado de la línea-. ¿Cómo estás?
- Bien. Después de lo que me parecieron treinta horas mi compañero y yo logramos ponernos de acuerdo, lo cual no sirve de nada porque de ninguna manera puedo salir de aquí. ¿Sabes? No recuerdo que en Baton Rouge alguna vez haya caído una tormenta así.
- Jess, me parece que se está olvidando que yo soy como Superman o mejor. Llamé para que me dieras la dirección de la dichosa cafetería y así poder recogerte en la camioneta.
- Oh, no, papá, no va a ser necesario.
- ¿Por qué no? –inquirió su papá con diversión-. ¿Acaso me dijiste que irías a una cafetería para poder escaparte con tu nuevo novio a una fiesta en una fábrica de metanfetamina? O peor, ¿de frituras? Ya sabes cómo son esas cosas, causan una terrible obesidad. Y de ninguna manera voy a tener una hija obesa.
- Oh, rayos, ¿cómo lo adivinaste, papá? ¿Acaso fue el sonido de setecientas personas masticando frituras al mismo tiempo?
Escuchó a Dave reír al otro lado y sonrió.
- No, papá, está bien. En serio –prosiguió ella al cabo de unos segundos-. No quiero que conduzcas con semejante chaparrón, no es seguro. ¿Qué te parece si mejor me recoges cuando se haya calmado un poco la cosa? Te prometo no salir de la cafetería (porque sí estoy en una cafetería) hasta que me recojas.
- Está bien, ese también es un buen plan. Mándame un mensaje de texto cuando te parezca oportuno que te recoja.
- Está bien, papá. Te quiero.
- Yo te quiero más, cariño. Y recuerda, la obesidad causa problemas de salud.
La chica presionó el botón rojo y la pantalla de su celular le indicó que la llamada había concluido. Se giró para regresar a lado de los chicos y fue cuando se dio cuenta de que Cece se encontraba parloteando con gesto de preocupación sentada en una silla mullida al lado del sofá en donde se encontraban los otros dos.
Se acercó, alcanzando a oír cómo Cece concluía su monólogo.
- ... muy negativa.
Kyat se había enderezado por fin, y miraba a la chica con aire confundido. Miles la miraba como esperando que aclarara que todo era una broma.
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The Faker.
Ficção AdolescenteÉrase una vez un chico con pecas que escribía y que después existía. Érase una vez una chica con cabello del color del amanecer que tocaba mejor de lo que respiraba. Él había aprendido que destruir cosas era más fácil que construirlas. Ella iba a a...