En caída libre (2)

306 19 5
                                    

Saltó de techo en techo, ansioso en su búsqueda de aquel lugar que le dio tanto en aquellos días del pasado, cuándo William le abandonó y el mismo lugar dónde conoció al segundo amor de su vida. Angelina Durless. El carmín suspiró, dejó ir atrás tantos buenos tiempos por gracia del amor, ese maldito sentimiento que le golpeaba en la mente como la migraña y le frustraba de tal manera que no encontraba una solución simple. El mismo sentimiento, que le llevaba al mismo lugar dónde renació como el peor ser que nunca existió.

Se paró sobre un tejado y pudo ver, lo que para muchos era suciedad, vulgaridad y pobreza, para Grell lo era todo en aquellas noches de soledad y ¿Qué más que una visita allí para demostrarle a William qué no lo necesitaba? Al fin y al cabo, estaba tan molesto, cegado por la indignación, que, no pensó en cómo podían recaer sus acciones, él jamás había sentido nada parecido y claramente, podía verse que no tenía una solución sensata, además de cometer tal niñería.

-¡He regresado! ¡La dama más bella de éste lugar! -Abrió los brazos y gritó para llamar la atención, pero, debido al alto nivel de la música, aquellas palabras sólo se guardaron para su persona, sin embargo, sabía que no tardarían mucho antes de notar su presencia y estaba ansioso por hacerlo, por un momento, lo olvidó a él y su terrible daño.

Una plaza, calles sucias, carretas, casas a medio construir, pero, personas sonrientes, puertas abiertas, baile, música, vicio. Todo lo que una persona como Grell Sutcliff buscaba, una sensación que le acercara a lo que él nunca le haría sentir, un amor ficticio que el moreno nunca le brindaría a lleno, amistad momentánea y hombres guapos que escucharan sus lamentos mientras le enviaban miradas de lujuria, ¿Cómo William no podía darse cuenta de lo acabado que se encontraba? Pero que simplemente, no lo demostraba y seguía su paso sin importarle las consecuencias de nada.

Dio un brinco y podía ya encontrarse entre la multitud que se aglomeraba fuera de las casas, mientras mantenían jarras de cerveza y la derramaban sobre su ropa mal confeccionada. Marineros era lo que más podía verse y ni hablar de las prostitutas que era la atracción principal, sin embargo, aquel lugar era hogar de todos, podían verse en otras casas hombres de buenas familias, con ropas hechas en algodón y zapatos incluso más caros que la misma construcción, todos en busca de algo que une clases sociales, cómo lo es el vicio, el deseo y la adrenalina de hacer algo ilegal y prohibido. Por otro lado, podían verse personajes más jóvenes, que simplemente iban allí en busca de vida nocturna, pues, en otros lugares, no se veía más que luces apagadas y un ambiente triste y desolado. Aquellos eran el objetivo de Grell, hombres guapos, a quienes apreciar y poder usarlos a su beneficio.

Ingresó a una casa, completamente hecha de madera, habían charcos de cerveza y almohadas ubicadas en todo el suelo, dónde las personas se sentaban, a beber y a tener una conversación falta de coherencia producto del alcohol.

Y allí estaba el primer blanco del pelirrojo, un hombre, bastante guapo y con una apariencia lejana a la de un marinero u obrero, no, éste parecía haber sido forjado entre las reglas y el dinero y que, por tragedia, irrumpió su buen camino en busca de la lujuria y el vicio.

Lo pensó tantas veces, mientras se encontraba recostado en una barra lejana al hombre, le observó de pies a cabeza, no había defecto alguno que rompiera con su admiración a la belleza, sin embargo, había algo que se lo impedía y por sorpresa para él, se encontró reflexionando sus acciones, ¡Qué ironía! Pero, eso quería decir que su amor por William podía todo, incluso corregir sus malas acciones, sin embargo, aquel hombre había roto su corazón, indignado su ser y aunque le amara con infinidad, debía pagar por lastimar su ego.

Antes de arrepentirse, avanzó con pasos seguros y se recostó al lado del hombre que yacía en el suelo, apoyándose en más que una almohada y con sus ojos dilatados, observando el techo con una sonrisa sin razón dibujada en el rostro.

La parca no ama.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora