Un adiós

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En la habitación reinó el silencio y los dos ocupantes ni se dirigieron la mirada, se encontraban sumergidos en reflexiones, quizá pensamientos, unos repletos de dolor y agonía; Estaba claro que no se soportaban en uno al otro, lo evidenciaba la forma cómo terminaron en ese lugar, uno golpeado, ensangrentado, con su corazón destilando veneno, mientras que el otro, sólo podía sentirse frustrado. Era un monstruo, uno que simplemente no sabía controlar los sentimientos que invadían su alma, los odiaba, deseaba pulverizarlos de su ser.

-Vete -Se generó un eco en la oficina, aquellas palabras significaban todo en aquel momento, él se había tranquilizado y se notaba en su tono de voz, suave, más desconcertado ante la situación -Creo que no debemos vernos más -Retiró su pié del pecho del carmín, acomodó su traje y con una extraña calma volvió a sentarse en su escritorio.

Su rostro no evidenciaba sentimiento alguno, estaba pálido, despeinado y parecía estar destrozado, sin embargo, nada de eso podía analizarse a simple vista. Su acompañante sólo le observó confundido.

-¿Estás seguro? ¿Y aquella reacción de antes? -Se incorporó nuevamente y adolorido, encontró apoyo en la pared más cercana, abrazó sus piernas y ocultó el rostro entre estas, no quería demostrarle al moreno lo dolido que se encontraba, su orgullo se lo impedía; Él siempre demostró ser superior, más frente al amor, luchaba frente a la frustración de tampoco saberlo controlar.

-Es simple y no usaré palabras fuertes para explicarlo, tu y yo somos veneno juntos, nos destruiremos si continuamos en ésta relación tan tortuosa, yo no cambiaré y tu, tú eres un Shinigami de la calle, no das amor sólo a una persona y creo que esa estabilidad, me está volviendo loco, Sutcliff, creo que es hora de que partamos caminos -Observó al pelirrojo a los ojos, aquellos orbes verde con amarillo se juntaron en una mirada cargada de dolor y miseria, ninguno quería estar separado, sin embargo, albergaban rencor ante las acciones del otro.

-Quizá sea cierto cariño, tu no me darás amor aunque pasen millones de años, tú no amas, jamás lo harás -Sollozó y presionó su abdomen, intentando aliviar el dolor provocado por los golpes del amor --Fue bueno mientras duró -Sonrió de lado, intentando fingir no estar derrotado, jamás se humillaría ante un rompimiento de tal modo, no quería hundir más su dignidad.

-Bien, así que, sólo seremos jefe y subordinado a partir de ahora, cómo siempre lo hemos hecho, será lo mejor -Anunció finalmente y jamás creyó sentenciar aquellas palabras, luchó contra aquellos sentimientos, intentó extinguirlos, sin embargo, el carmín siempre le convencía, esa vez, ambos estaban cansados -Ve a la enfermería -Ajustó sus lentes y sacó unos cuantos papeles del cajón, para comenzar a trabar y despejar su mente.

Grell Sutcliff no dijo nada, por que en ese entonces, lo comprendió: William T. Spears no amaría a nadie, por más sacrificios que intentara, él estaba bloqueado, cegado por asuntos mucho más importantes que compartir un sentimiento. Grell no deseaba obligarlo más, no, rogar por amor y luchar por un sentimiento inexistente rompía todas sus reglas y moral, nuevamente, se encontraría a la deriva, buscando amor por la eternidad, quizá, esa era su razón de ser.

El pelirrojo abandonó la oficina, se arrastró hasta la puerta y finalmente logró tomar el equilibrio, los dioses de la muerte tenían un período de regeneración, más aquella discusión le impedía tranquilizarse y curar sus heridas; Decidió ir a la enfermería, quizá, el auxiliar escucharía sus lamentos y curaría su alma, aunque, no existía antídoto alguno.

Nuevamente, silencio en la oficina, cuándo Grell abandonó, sintió un extraño sentimiento, una sensación jamás experimentada ni siquiera en vida; ¿Podía llamarse melancolía? ¿Arrepentimiento? Su alma inexistente le imploraba retractarse, más su orgullo lo impedía, su mente le ordenaba a los músculos quedarse estáticos en aquella silla, por que era lo mejor para él, quizá no para el inestable pelirrojo, quién reaccionó de una manera positiva aquel rompimiento, sin embargo, sabía que en el interior, él estaba muriendo al igual que su persona.

La parca no ama.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora