"Toda relación tiene altibajos, sin embargo, unas más que otras. Y las razones son verdaderamente absurdas, a veces peleas, celos o incluso más grave, infidelidades, en éste caso, ¿Se pueden justificar las acciones realizadas producto del enojo? Muchas personas simplemente no saben controlar las frustraciones y terminan por seguir a su mente, una cegada por la duda y la paranoia, lo cual les lleva a abrir mucho más la herida, ¿La solución? Una caída libre, de la cuál, a veces no se sobrevive"
El taconeo resonó por todo el piso, acción que permitió que varios de los trabajadores que, en un vago intento por impresionar al jefe, optaron por llegar temprano ese día, para encontrarse una sorpresa y esta era que, Grell Sutcliff había dado la cara por ese lugar a una hora muy inusual. Y se podía ver en su rostro que no lo disfrutaba mucho, podía apreciarse el ceño fruncido del carmesí, mientras que sus pasos eran profundos y con un inmenso deseo de querer desquitarse con el suelo.
-¡Buenos días Sutcliff! -Uno de los muchos Shinigamis que habían allí, trató de subirle el ánimo al cegador de mayor rango que ellos, sin embargo, sólo recibió un gesto de desapruebo, para después ser ignorado.
Así era el carmesí, aunque si en caso contrario, el hubiese estado de buen humor, también sería el mismo sujeto despectivo con todo aquel que se le cruzara, su ego era lo suficientemente elevado para ver a todos milímetros por debajo de su persona, podía decirse que se sentía cómo un dios en su totalidad causando temor entre los humanos y aquello, sencillamente le fascinaba.
Sin embargo, había alguien al que simplemente no podía tratar de ese modo, un personaje que le hacía olvidar su dignidad, su orgullo, su preciado ego, al que simplemente deseaba entregarle todo de su ser y si era necesario, que destrozara el mismo. Por que el amor es así, todo se entrega, sin temor a que al final, sólo queden cenizas y escombros de lo que fue alguien que se aventuró a experimentar ese sentimiento, que golpea, hiere y simplemente, quién intenta amar, deja de sentir. De ese modo se sentía Sutcliff, deseaba enseñarle a William sus límites, lo que era capaz de hacer por aquel amor que tanto esperó durante años y que en el fondo, poco a poco, todo daba fruto.
Su relación con el gerente estaba bien, podía decirse que se estaban llevando de maravilla; Él despertaba a su lado, algunas veces incluso, le daba uno que otro beso en la frente, para después dejarle el café servido y el despertador a una hora correcta para el carmesí. Por otro lado, en la oficina, los gritos habían disminuido, habían olvidado las disputas y la violencia a la hora de discutir, además, todo era calma en el moreno y podía verse en su rostro, sin embargo, todo tiene su límite, la felicidad dura tan poco, que es cómo un rayo de luz que apenas se puede acariciar.
Ingresó a la oficina, para encontrar a William rodeado de varias personas, dos sentados al frente de su escritorio, mientras que los restantes, descansaban cómodamente sentados en el sillón continuo. Voces profundas y todas combinadas al mismo tiempo, el fuerte aroma a café y una extraña sensación de claustrofobia para el Pelirrojo, quién, sin importarle la presencia de los sujetos, ingresó a la oficina, con su complejo de superioridad brillando en cada paso que daba.
-¿Qué sucede Sutcliff? -William tomó aire, el suficiente como para sonar sensato y calmado en aquella situación, sin embargo, él era una bomba de tiempo, había experimentado la misma situación varias veces en aquel mes y era agotador para él pedir disculpas una y otra vez a los superiores de otras sedes, quienes, a veces, eran atacados verbalmente por el pelirrojo.
-¿Otra vez ellos? -Preguntó en un tono cansado, mientras se recostaba en una esquina del escritorio -Son tan poco guapos, simplemente no los soporto -Comentó en un tono caprichoso, intentando ser escuchado por todos los presentes.
-Le pido que se retire, estoy en un asunto importante -Acarició su sien con ayuda del dedo índice y una vez más, intentó aparentar estar calmado -Esto es enserio Sutcliff -Le fusiló con la mirada, con aquellos ojos penetrantes, aquellos que si se apreciaba con cuidado, podían reflejarse las llamas, la ira que sentía el Gerente al no ser respetado por el pelirrojo.
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La parca no ama.
Hayran KurguWilliam T. Spears es un hombre frívolo y muy apegado a las normas, por lo que, será muy difícil para Grell Sutcliff conquistarle, más sin embargo, el gerente, pronto se dará cuenta de que estuvo flotando en el aire por un buen tiempo y que tal vez...