Capítulo 41

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Corríamos y corríamos y corríamos. No sabíamos cuanto tiempo llevábamos corriendo. Podían ser minutos, horas, o tan sólo segundos. Pero no parábamos.

Las ramas crujían bajo nuestras pisadas. Brenda por poco tropezaba a lo alto de una colina, por suerte, logró mantenerse estable. Ninguno de los tres dijo algo, sólo seguimos corriendo. ¿Hacia dónde? No lo sabíamos. No estábamos seguros de a dónde llegaríamos, ni qué haríamos a continuación. Los tres estábamos tan asustados como para siquiera suspirar.

Después de haber esquivado una baja rama, Jared se detuvo y apoyó sus manos en las rodillas. Yo me dejé caer de rodillas y Brenda simplemente se tiró al suelo. Todos estábamos agitados. Era media noche, estábamos cansados, estábamos asustados, estábamos impactados. No sabíamos qué hacer, si seguir corriendo o descansar. Sin embargo, Jared se sentó, colocando su cabeza entre sus piernas. Yo me dejé caer por completo y traté de recobrar el aliento. Lamentablemente, ya estaba durmiendo cuando intenté hacer algo.

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Cuando creí que tendría un sueño alucinante, no fue así. En cambio, como si sólo hubiesen pasado unos minutos, me desperté por las voces de Jared y Brenda.

-¡No podemos volver! -gritó Jared. Estaba de pie, con una mano en la frente. Parecía impaciente. Brenda, por su parte, estaba sentada a mi izquierda, enojada.

-¡No podemos dejarlos solos! ¡No podemos sólo irnos y ya! -gritó. Yo me incorporé y ella me lanzó una mirada asesina-. Max, ¿volvemos o nos quedamos?

-¡No es cuestión de elegir! -soltó Jared. El ambiente estaba tenso y él parecía que quería irse de ahí-. No podemos regresar ahora, es demasiado riesgoso. Tampoco podemos quedarnos aquí, alguna Sombra podría descubrirnos.

-Jared tiene razón -le dije a ella. Se quedó quieta, meditando la idea y asintió. Ambos nos pusimos de pie y esperamos a que Jared se moviera, pero se nos quedó viendo a ambos.

-¿Qué esperas? -preguntó con curiosidad.

-¿Qué? Sólo dije que nos moviéramos, pero no sé a dónde. -Ambos soltamos un suspiro, pero aun así buscamos una solución. Lamentablemente no sabía mucho de estos lugares.

-¿Alguna idea? -le pregunté. Estaba pensando, y, si no fuera por lo que recientemente acababa de pasar, me pondría en modo romántico por su pose meditativa.

-Yo... uh... no estoy segura. -Giró la cabeza hacia Jared y levantó una ceja-. ¿Recuerdas... aquél hombre que desapareció?

-¿Pat? No lo he visto últimamente.

-No, él sigue ahí, o al menos... -empezó a hablar pero no pudo terminar la oración, sabíamos de qué hablaba-. No creo que conozcas a quién me refiero. -Levantó la cabeza e intentó ver por las hojas, luego miró por entre los troncos-. Bien... el Sol está abajo, lo que quiere decir que el norte está hacia allá -señaló en dirección de Jared y avanzó hacia él-. Andando, vamos a Canadá.

-¿Canadá? -pregunté y miré a Jared a la cara cuando Brenda pasó a su lado.

-Sí. Tenemos un ayudante en la frontera. Una vez lo vi en el Campamento -explicó mientras avanzaba y ambos empezamos a caminar en su dirección-. Arthur lo tiene ahí por si ocurren... -de nuevo se detuvo. En verdad le asustaba lo que acababa de pasar.

-Tragedias -terminé por ella y se detuvo. Giró su cabeza para verme a los ojos y asintió lentamente. Luego los tres retomamos el camino.

Si Brenda tenía razón y este hombre existía, podíamos pedir ayuda desde allá. Ayuda de Elegidos, los Inferiores nunca nos harían caso.

La Espada de Oro (Los Elegidos #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora