Cuando llegué a casa de Malus, la puerta de la cerca estaba forzada y caída, como si alguien hubiese tratado de robar. Al instante me puse nervioso, pero recordé que Malus había enviado ese mensaje.
Entré al jardín y vi macetas con flores marchitas tiradas en el suelo. En la puerta, unas tijeras para el jardín estaban clavadas. Ahora sí temí lo peor.
Al acercarme a la puerta, quité las tijeras de ahí, las lancé a un lado y entré.
Parecía que un tornado había arrasado con el lugar.
El sillón en la sala estaba volcado, la televisión tenía un zapato dentro y todos los (pocos) cuadros de la pared azul estaban rotos en el suelo.
Avancé por el pasillo hacia atrás, a la habitación de Kevin. Y ahí estaba él, sentado a la orilla de su cama, sosteniendo una piedra contra sus labios. Parecía furioso.
Me acerqué un poco a él y pude ver que sus ojos estaban hinchados. Había estado llorando.
-Malus, ¿estás bien? -pregunté despacio, manteniendo la distancia. Como no respondió, volví a preguntar-. ¿Malus? ¿Qué sucedió? -avancé hasta estar enfrente de él. Pero seguía sin poner atención. Parecía estar perdido.
Agité una mano enfrente de sus ojos, y nada. Sólo apretaba la piedra contra sus labios. Me puse en cuclillas para verlo mejor a la cara. Malus frunció el ceño, y una lágrima salió de su ojo izquierdo. Tenía más golpes, de hecho, tenía una ceja partida y el labio inferior abierto.
Alguien lo había herido.
-¿Kevin?
Esta vez si funcionó. Malus separó la piedra de sus labios, dejando una pequeña mancha de sangre en ella. Se levantó, se secó la lágrima y avanzó hacia su escritorio, donde dejó la piedra junto a otras siete piedras de igual tamaño o más. Todas con una mancha de sangre.
-Kevin... ¿qué... qué es todo esto? -entonces habló, pero no con su voz, sino, imitando a alguien:
-"Oh, Dios mío. ¿Qué hice para merecer esto?" -su voz sonaba grave, pero a la vez le temblaba de furia- "¿Por qué no pude tener a un hijo más varonil?" -dos lágrimas salieron de sus ojos- "Ya te puedes ir olvidando de mí" -entonces cerró los ojos y bajó la cabeza.
-¿Malus? ¿Qué es eso?
Kevin pasó su mano por sus ojos, limpiando sus lágrimas. Después, levantó su cabeza.
-Mi padre... él... -respiró profundamente- él hizo esto.
-Oh, no... -Malus se volvió a sentar en la cama y pasó sus manos por su cabellera-. ¿Qué fue lo que sucedió?
-Yo... yo quería decirle, pero él se enojó -empezó a contar, sin decir lo que él quería decir-. Después empezó a lanzarme piedras. Desde ayer ocurrió esto; no me tropecé, mi padre me lanzó esa pequeña piedra -tenía la mirada perdida-. Todo porque le dije. No tenía porqué decirle -otras lágrimas.
-¿Qué le dijiste? -pregunté con curiosidad. Pero no me contestó.
-Y hoy le dije que debíamos a hablar respecto a eso, pero enloqueció. Estaba muy borracho. Empezó a lanzar cosas, y... y... y casí muero con las tijeras para jardín. Yo no quería que esto sucediera, yo... yo sólo... no... -dijo alteradamente. Volví a preguntar por lo que le dijo, pero siguió sin responderme. Así que puse mis manos en sus hombros y él se tranquilizó. Me miró a los ojos y pude ver que estaba asustado. Casi como Bambi cuando mataron a su madre. O como Simba cuando mataron a Mufasa. Pero yo estaba ahí para ayudarle.
-Kevin -volví a decir- ¿Qué fue lo que le dijiste?
Malus se hizo a un lado y yo me senté frente a él. Tragó saliva y empezó.
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La Espada de Oro (Los Elegidos #1)
FantasiObserva alguna imagen de la tierra. Linda ¿cierto? Si lo vieras con mis ojos, ya no pensarías lo mismo. Mis ojos están muy desarrollados. Puedo ver cosas que los demás no. También mis oídos y mi olfato. Ahora mismo, seguramente estarás pensando "Qué...