Capítulo 15

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El viaje a casa dea tía Agatha duró unas pocas horas. De Dakota del Norte al estado de Montana puede ser largo, pero si conduces como mi padre, ahorras un 10% del tiempo.

Yo iba en el asiento trasero mirando hacia afuera.

Mi tía Agatha era una mujer mayor. Era la hermana mayor de cuatro hijos. Y al ser mayor era muy, muy, MUY precavida. Cuidaba cualquier cosa más que su vida, lo cual podía ser (es) molesto.

Recuerdo que un día (también en fiestas navideñas) tenía una galleta y estaba corriendo con ella en la mano. Así que ella gritó y me dio un sermón de por qué no debes correr con comida en la mano. Casi caigo... dormido.

En otra ocasión, un objeto de plástico cayó y se molestó por eso, diciendo que era un chico mal portado. ¡El objeto era de plástico! ¡¿Cómo demonios se iba a romper?!

-Max, prométeme que esta vez seas más cuidadoso que el año pasado -el vaso con agua se derramó- Ya sabes cómo se pone mi hermana -rodé los ojos, y estoy al cien por ciento seguro de que mi padre lo hizo. Ambos odiamos ir a casa de ella. Pero, o es eso, o los tres solos. Aunque no es mala idea...

-Sí, lo prometo.

El dichoso hogar se encontraba a las afueras de la ciudad de Helena. Hasta el nombre sonaba tedioso. Pero bueno, tenía que pasar la Navidad en ese o lugar sólo por mi mamá. Si no fuese mi madre ya me hubiese largado de ahí.

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Cuando llegamos, mi padre estacionó el coche enfrente de la casa, donde, curiosamente no había nadie. Bajamos los tres, yo con pereza y los demás con rapidez. Yo saqué las valijas y una se la pasé a mi padre, la otra la agarré con la mano derecha y avancé por el camino serpenteante. A los lados el césped era verde. Era "el césped perfecto" como decía mi mamá siempre que veníamos acá. Llegué a la puerta y toqué el timbre.

-Es el césped perfecto.

Listo. Ahora seguía la puerta, quien la abría la tía...

-¡Krista! -gritó mi mamá al ver a su hermana de la misma edad. Krista era una mujer baja, incluso ella llegaba a mi hombro. Tenía la piel morena y un maquillaje horrible que podría hacerse pasar por payaso de carnaval. Sus labios resaltaban con un color rojo, haciéndolos más carnosos; y sus párpados tenía como un color amarillo. Su cabello, castaño y corto, caía en rulos grandes hasta el cuello. Mi madre corrió por todo el camino y al llegar a donde estaba Krista, me hizo a un lado y pisé una parte del césped. Mi tía, que estaba abrazando a su hermana, volteó a verme y gritó:

-¡Niño mocoso! ¡Sal de ahí! ¿Sabes cuánto tiempo le tomó a mi hermana Agatha para tener el césped así? No, no lo sabes. Ahora sal de ahí antes de que te golpee.

Caminé hasta donde mi padre, esperando a que mi mamá y mi tía dejaran de ocupar el espacio de la entrada y nos dejaran entrar. Debo decir que la familia de mi madre nos odia a mi papá y a mí.

Cuando al fin entraron a la casa, mi padre y yo entramos.

Debo admitir que nunca deseé tanto estar en casa.

Santas por aquí... renos por allá... imágenes de "Ho, ho, ho"'s en todo lugar.

Era el peor recibidor que nunca vi.

En la pared izquierda estaban como unos siete adornos de navidad, y en la mesita otros cuántos más. Del lado derecho había un reno gigante que cubría la pared, con un foco rojo en la nariz que se encendía cuando alguien pasaba. Así que en ese momento no me sorprendería si el foco de pronto estallara de tanto que parpadeaba.

Pasamos a la sala de estar, que estaba a la derecha del recibidor. Ahí, estaba el hermano mayor de mi madre, Jack, un hombre fortachón y robusto con barba. Su esposa Mary estaba sentada a un lado suyo, con las manos cruzadas y una sonrisa grande (y falsa). En la mesita que estaba entre los dos sofás, había un muñeco bailarín que, de no ser porque necesitaba baterías, ya lo hubiese roto. En el comedor (que estaba en la misma habitación por ser sala-comedor), las sillas tenían un respaldo de Santas sonrientes.

La Espada de Oro (Los Elegidos #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora