Esta historia va dedicada a ti, que estás leyendo :D
¡Enjoy!
Allí estaba ella de nuevo. Esa chica con senos prominentes, cintura pequeña, labios carnosos y cabello tan rojo como un incendio. Siempre, todos los días desde hacía tres años, lo miraba constantemente. Lo perseguía de oficina en oficina, de piso en piso y lo tenía espantado.
Él era alto, cabello castaño, tan delicioso como el mismísimo chocolate, ojos verdes con un brillo especial y piel blanquecina, tersa como la seda. Había razones de más para que aquella chica estuviera tan enamorada de él. Sin mencionar que era el hijo de uno de los empresarios más reconocidos de toda Europa.
Con veinte años ya había experimentado lo que la mayoría de los adultos harían en toda su vida. Y es que, con el dinero rebosante en las arcas de su familia era de esperarse que pudiera probar un poco de todo.
Le gustaba salir de fiesta pero no tanto como la mayoría de los chicos millonarios con los que se topaba seguido. Incluso alguna vez probó las drogas, pero no fueron de su agrado, por lo que se decidió (de vez en cuando) por el dulce y legal alcohol, y uno que otro cigarrillo para ahuyentar la ansiedad que últimamente le estaba ganando terreno.
No era de sorprenderse que tuviera los nervios a flor de punta sabiendo lo que ocurriría dentro de unos pocos minutos. Una reunión muy importante estaba por comenzar y estaba retrasado.
Pasó de largo intentando no mirar a la pelirroja a los ojos y siguió hasta llegar a la sala de juntas. Ya todos estaba ahí. Los accionistas, gerentes principales y otros funcionarios varios que trabajaban en la empresa.Su padre, el presidente, estaba en la silla grande hasta el final de la larguísima mesa de madera. Era un hombre imponente. Sus ojos ámbar tenían algo que te hacía imposible sostenerle la mirada por mucho tiempo. Su cabello castaño y su barba empezaban a teñirse de gris por las canas, evidenciando el paso de los años. Sus cejas pobladas y su espalda ancha le daban un toque bastante rudo, mientras que su traje negro con corbata azul lo hacia ver bastante elegante. Era el perfecto estereotipo de hombre de negocios exitoso y seguro de sí mismo.
—Llegas tarde, Harry— su voz profunda llenó la habitación.
El aludido no pudo sino asentir avergonzado, decir, "lo siento" tantas veces como le fue posible hasta llegar a su silla, al lado izquierdo de su padre.
—Ha habido muchos rumores en estos días— el presidente comenzó a hablar con voz fuerte y grave, captando la atención de todos los presentes —Que Cowell Inc. está devorando nuestras acciones. Que los altos mandos de Europa están intentando cerrar nuestra compañía. Y pronto me jubilaré. Bueno señores, esta junta fue creada para aclarar todo esto de una vez. En primer lugar...—
Harry comenzó a divagar. Y no era porque no le importara lo que su padre estaba diciendo. Sabía que era algo serio que seguro afectaría el rumbo de la compañía y de todos los que trabajaban en ella, pero esa clase de cosas ocurría cada mes. Llevaba desde los dieciocho años metido en ese lugar, escuchando esas reuniones que en principio lo asustaban y preocupaban, pero ahora que estaba a nada de cumplir los veintiuno dejaron de causar impresión el él.
Su padre siempre fue bastante bueno relacionándose con los demás. Tenía una labia impresionante y podía persuadiar a cualquier persona sobre cualquier tema. Eran cualidades que Harry no podía presumir tan a menudo.
Harry era modelo frecuente en portadas de revistas como, Vogue, Vanity Fair, Glamour, Vanguardia y muchas otras más. Haciendo que las personas dieran por sentado que era una persona con un gran autoestima y nada que temer, siendo el molde exacto de lo que la sociedad califica como "perfección"