Capítulo 4

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¡hola! Este cap es para que conozcan a los compañeros de Liam.

Estaba en su departamento. Acababa de salir de una ducha después de un larguísimo día. Eran las siete de la noche y llevaba una toalla en la cintura, con su espalda ancha y su cabello castaño aún goteando.

Mirándolo de esa manera, a la oscuridad de la noche, Louis Tomlinson era la misma imagen de la lujuria. Sus abdominales marcados, y su piel acanelada cubierta de tatuajes era la perdición de cientos de mujeres, siendo sólo unas cuantas las afortunadas de pasar por su cama.

Su celular sonó frenéticamente con un tono específico que había elegido para esa persona. Lo rebuscó por toda su ropa hasta que lo encontró dentro de su chaqueta de cuero.

—¿Hola?—contestó 

—¿Por qué tardaste tanto en responder? Sabes que odio esperar—

—Lo siento Cap estaba tomando una ducha y...—

—Quiero que vengas ahora mismo. Tenemos una misión—
respondió cortante el otro.

El castaño se quedó callado un momento. ¿una misión? Hace meses que no era contratados. Y es que el capitán siempre había sido extremadamente selectivo con los clientes. Analizaba la situación desde todos los puntos de vista, y si el cliente daba cualquier señal de no estar económicamente preparado para pagar, era descartado. ¿Qué clase de misión cumplía con todos sus exigencias?

—Voy para allá.

Le envió la dirección donde todos se reunirían, escribiendo específicamente que a las once en punto debía estar allí.

Louis siguió el camino sintiendo el aire frío de la noche bajar la temperatura de su cuerpo. Era un experimentado motociclista que no le temía a la velocidad o al peligro, muy por lo contrario, lo buscaba, lo anhelaba, lo hacía sentir vivo.

Llegó al lugar. Era uno de los muchos departamentos que el capitán tenía a su disposición. Estacionó su motocicleta a un costado del camino, riéndose mentalmente de cualquier idiota que se atreviera a tocarla, después de todo, esa máquina al igual que el castaño tenía su reputación... Alguna vez unos tipos intentaron robarla...y hallaron sus cuerpos acribillados en medio de una gran avenida transitada al día siguiente.

Pasó sin tocar, yendo directo al estudio donde usualmente los recibía para hablar de "negocios". Para cuando llegó eran las once. Ni un segundo más, ni un segundo menos.

Se encontró entonces con aquellos hombres con los que solía trabajar.

Había cuatro sillas frente a su escritorio, tres de las cuales ya estaban ocupadas.

La primera a la izquierda estaba una figura grande he impotente. Sus cabellos lilas estaban incluso más largos que la primera vez que lo conoció. Tenía una bolsa de golosinas entre sus enormes manos mientras masticaba tranquilamente unas cuantas y miraba por el rabillo del ojo al recién llegado.

La segunda silla estaba ocupada por el cuerpo menos prominente de la habitación. Una cintura pequeña, piel bronceada oculta por una chaqueta de mezclilla pero siempre luciendo sus esterilizadas piernas por un mini-short. Sus cabellos largos le caían por los hombros como una cascada de seda color miel. Sus ojos del mismo tono se enfocaban directamente en el castaño del umbral.

La tercera silla estaba ocupada ni más ni menos por ese cara de niño. Le había costado dos años y casi treinta golpes poder llevarse bien con él. Sus cabello negros y ondulados tenían reflejos rubios. Él no se había molestado en mirarle, sabía de antemano que el capitán lo llamaría ya que, ellos dos a pesar de odiarse hacían una excelente pareja a la hora de la verdad.

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