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Era temprano en la mansión Phantomhive cuando comenzó el escándalo que rompía la tranquilidad de la mañana.

-Sebastián, dame eso demonio pervertido - el joven Conde estaba furioso y caminaba en camisón a duras penas detrás de su mayordomo por toda la habitación

-Si me deja aplicárselo se lo doy - el mayordomo miraba con deseo al Conde que no hacía más que cabrearse más.

-Sebastián, si estoy así es por tu maldita culpa- El joven se sonrojo mirando a otro lado acto que enternecía al mayordomo en demasía.

-Si lo dice así parece que lo obligué...-el mayor cedió ante el niño y le entregó el bote de pomada.

-Soy mayorcito, se aplicarme una pomada... - El joven Conde estaba sonrojado en su plenitud, pues la noche de pasión descontrolada le estaba pasando dolorosa factura en su delicado cuerpo- ahora sal de aquí pervertido.

-Segur-

-Fuera ,es una orden - El paciente demonio espero fuera lo que creyó era tiempo suficiente para su patoso amo y amante, y después solo toco la puerta.

-¿Bocchan?- El silencio era notorio, por lo que decidió entrar para encontrarse con el joven durmiendo desnudo sobre las mantas. El mayordomo no culpaba al niño de dormirse pues la noche había sido "ajetreada", pero dormir así con un demonio cerca era arriesgado. Con suma delicadeza lo volvió a vestir, se aseguró de que el niño se hubiera aplicado la pomada y lo metió en la cama.

Cuatro horas después volvió a la habitación con una rebanada de tarta y un te para que el niño almorzará algo.

- Bocchan despierte- Sebastián zarandeaba suavemente el bulto bajo las sábanas sin mucho éxito, notando las sábanas algo calientes y húmedas "mente calenturienta " es lo único que pasaba por la mente del mayor al notar así las sábanas empezando a sonreír con lujuria.

De un tirón destapó el enrojecido cuerpo del menor mostrando a un niño sudando en seco, temblando un poco y que se sujetaba el estómago.

-¡CIEL!- fue lo único que el asustado demonio atino a decir, aunque era bueno en su rol como mayordomo, no sabia como tratar las enfermedades humanas, de hecho no entendia nada sobre ese tema.

-No me encuentro bien Sebastián - el niño con voz sumisa y temblorosa hablaba desde la cama intentando volver a taparse a lo que el mayor reaccionó y corrió a volverlo a abrigar, de poco sirvió porque el menor se levantó abruptamente y vómito el poco contenido de su desayuno asustando aún más al mayor que no sabia que hacer o como actuar ante la situación.

-Me siento horrible... - el menor se dejó caer otra vez adoptando posición fetal.

El mayordomo corriendo por la mansión sin saber muy bien que hacer solo atinó a llamar a Undertaker, que por lo que tenía entendido era una especie de curandero o médico, mientras tanto dio orden a los sirvientes de no molestar y atender la puerta y volvió con Ciel que continuaba temblando bajo las mantas y jadeando.

Desde un principio cuando hizo el contrato sabia que el niño era un ser enfermizo y en un principio pensó que sería bueno para él, porque todo sería mas rápido, pero ahora le atemorizaba este hecho.

Entre divagaciones que en cierta manera le provocan malestar llegó al cuarto, el menor estaba muy caliente y encogido, no parecía estar despierto pero tampoco dormía ¿Que se suponía debía hacer? Solo se sentó en la cama y apoyo al menor en su regazo, no sabia muy bien porqué pero había leído que los humanos cuando están enfermos les gusta que los mimen y en especial cuando son niños.

Así paso el tiempo hasta que un acelerado Undertaker entró por la puerta, estaba extrañamente serio y traía una maleta que sonaba el tintineo de frascos de cristal.

El secreto en el baileDonde viven las historias. Descúbrelo ahora