Parte XII

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"Ese instante fugaz fue el más feliz de mi niñez. Deseaba contártelo para que comprendas cómo se perdió una vida que de ti dependía. También quiero relatarte lo que pasó en otro momento, poco después del anterior. Por tu causa, -como ya lo he dicho- lo había olvidado todo, incluso a mi madre, ya nada ni nadie me interesaba fuera de tu persona. No prestaba la atención a un señor de cierta edad, un comerciante de Innsbruck, algo pariente de mi madre, que venía a casa frecuentemente y en ocasiones se quedaba bastante tiempo. Mejor dicho me alegraba que viniese; pues a veces llevaba al teatro a mi madre, y así me quedaba yo sola, libre para pensar en ti y observarte, lo cual constituía para mí la única felicidad. Un día me llamó mi madre con ciertos modales enojosos; tenía que hablarme. Palidecí y comencé a sentir los latidos de mi corazón; ¿Había sospechado o adivinado algo? Mi primer pensamiento fuiste tú, el secreto que me unía al mundo. Pero mi madre, un poco turbada ella misma, me besó -cosa que nunca hacía-, me sentó en el sofá y empezó, con vacilaciones y con cierta vergüenza, a decirme, que su pariente, que era viudo, había pedido su mano. Ella había decidido casarse sobre todo por mí. Toda la sangre se me subió a la cabeza, sólo pensaba en ti. "-pero- le pregunté-, ¿Nos quedaremos aquí?- "-No; iremos a Innsbruck.-" ¡Fernando tiene allí un chalet muy bonito!

Carta de una desconocidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora