"Comimos en un pequeño restaurante. ¿Sabes dónde? ¡Ah, no; tu memoria aquella tarde no se diferencia de otras muchas! Pues ¿Qué significaba yo para ti? Una entre ciento, una aventura más en una cadena de aventuras. Y por otra parte, ¿Qué recuerdo pude dejar en ti? Hablé poco, porque era demasiado feliz sintiéndome junto a ti, oyéndote
hablar. No quería perder una sola palabra tuya, con ninguna pregunta, con cualquier palabra tonta. Jamás olvidaré aquella hora deliciosa, en que me colmabas de apasionado respeto, mostrándote tan delicado, tan desenvuelto, y con tal tino, lejos de toda vulgar ternura, y tan lleno de segura, de amistosa familiaridad, que hubieses ganado toda mi voluntad, de no haber sido tuya de antemano. No puedes calcular lo feliz que me hacías no echando por tierra los cinco años de mi ilusionada espera infantil. Era tarde cuando salimos. A la puerta del restaurante me preguntaste si tenía prisa o disponía todavía de
tiempo. ¿Cómo podía yo ocultarte que estaba a tu disposición? Te respondí que tenía tiempo todavía, y entonces me preguntaste, tras una ligera vacilación, si quería acompañarte hasta tu casa, para conversar allí un poco. "Con mucho gusto", dije delatando mis sentimientos, y pude notar que mi rápida aceptación te sorprendía, no sé si penosa o agradablemente; de cualquier modo, te vi algo sorprendido. Hoy comprendo bien tu sorpresa; hoy sé que entre las mujeres es costumbre, incluso cuando sienten un ardiente deseo, comenzar por negar, fingir temor o indignación; dejarse convencer por medio de súplicas conmovedoras, de mentiras, de juramentos y promesas. Hoy sé que acaso únicamente las profesionales del amor, las prostitutas, aceptan sin dudar, alegremente tales invitaciones, y quizá también las niñas cándidas, las ingenuas adolescentes. Pero en mí-¿Cómo podrías dudar de ello?- era únicamente la voluntad reconociéndose a sí misma, el deseo ardiente y contenido durante miles de días, que se
manifestaba en un solo instante. El caso es que tú estabas sorprendido, y que yo empezaba a interesarte. Yendo a tu lado me di cuenta de que me mirabas con curiosidad.
Tu intuición tan segura para todo lo humano, te decía que estabas ante algo excepcional, que algún secreto había en aquella linda jovencita. Desperté tu curiosidad y me di cuenta de ello por tu manera de preguntar, por aquella forma envolvente, hecha para adivinar mi secreto. Llegamos a tu cuarto. Perdona querido, si te digo que tú no puedes comprender lo que fue primero aquel paseo y luego aquella escalera para mí: un vértigo, una confusión, una frenética felicidad, una dicha deliciosa que casi me mataba. Todavía hoy me es imposible recordarlo sin lágrimas, a pesar de que ya no me queda más que llorar.
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Carta de una desconocida
RandomEs una novela de Stefan Zweig. Publicada en 1922, cuenta la historia de un escritor que recibe la carta de una mujer que no conoce y que ha estado enamorada de él toda su vida.