Capítulo 4. Confesiones

1.1K 40 0
                                    

Capítulo 4. Confesión

Tocaron la puerta de la mansión McEwen justo cuando el ama de llaves iba a salir a hacer unos recados.

-¿Qué desean, señores?-preguntó Rosmilda, una señora de casi cincuenta años que ayudaba a la señora McEwen a hacerse cargo de la casa. Ante ella había tres hombres de traje oscuro y gafas de sol.

Uno de ellos se quitó las gafas y se presentó.

-Somos los agentes Wilson, Parker y O’Hall. Necesitamos hablar con los señores McEwen.

-¿Son agentes de policía?

-No exactamente. Yo soy agente de policía, aquí el señor es miembro de la DEA y el otro es miembro de uno de los cuerpos de policía más importantes de Canadá.

-Oh, de acuerdo, pasen, los señores les atenderán en seguida, iré a buscarlos.

Poco después, por la gran escalinata de la casa descendieron un hombre y una mujer. Él era pelirrojo de ojos azules, y ella rubísima de ojos verdes.

-Ralph y Micaela McEwen, ¿en qué podemos ayudarles, agentes?

-Preferimos un lugar más privado para hablar de  este asunto, si no le importa.

-Por supuesto-dijo Ralph-, vayamos a mi despacho.

Una vez todos instalados en el clásico despacho del señor McEwen, empezó la conversación.

-Agente O’Hall, ¿a qué debemos su visita con estos dos señores?-El agente O’Hall era un importante policía de Irlanda, conocido de la familia.

-Señora McEwen, me temo que somos portadores de malas noticias.

-¿Malas noticias?-intervino Ralph.- Usted es policía de Canada.

Los McEwen se olían por donde iban los tiros.

-¿Ha sucedido algo con nuestra hija?

-Señores, su hija, Roxanne McEwen, ha sido secuestrada hace unos días, más concretamente el día de su cumpleaños. Un amigo de la señorita ha denunciado su desaparición y la de su compañera y amiga Alexandra Martínez. De momento no sabemos con certeza quién ha secuestrado a las dos jóvenes y para qué.

-Dice que no lo sabe con certeza. ¿Es que tienen algún sospechoso?-dijo Ralph intentado contener a Micaela, que ya estaba llorando desconsoladamente.

-Sí, en efecto lo tenemos, pero necesitamos saber primero si ustedes tienen algún enemigo, alguna persona que quisiera hacerles daño por algún motivo.

-Dios no, nosotros somos gente pacífica. Nos hemos enriquecido gracias a la ardua tarea que comenzaron nuestros familiares hace muchos años, ¿quién podría querer hacernos daño?-dijo Ralph.

Caprichoso destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora