Capítulo 10. Momentos inesperados

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En la comisaría de policía de Toronto, Mahy Smith no paraba de mirar su teléfono móvil a la espera de algún mensaje de su misterioso acompañante sexual. Hacía varias semanas que no le veía y estaba empezando a pensar que los escarceos con ese hombre de cuerpo impresionante estaban a punto de llegar a su fin, si es que no habían llegado ya y ella no se había dado cuenta. Miró hacia la mesa repleta de papeles y archivos de su compañero, que quedaba frente a la suya, y le vio con el ceño fruncido mirando la pantalla, concentrado.

Ella suspiró y bajó la mirada a su propio ordenador para acabar de ordenar los casos de robo que estaba mirando cuando escuchó a Gabriel hablar.

-No me lo puedo creer-exclamó en voz alta sin quererlo. Su intervención llamó la atención de los demás policías de la comisaría, pero pronto todos dejaron de mirarle para seguir a lo suyo. Sin embargo, Mahy se sintió intrigada y fue hacia su escritorio.

-¿Qué es lo que no te puedes creer? Te pareces a una adolescente a la que le acaban de contar que el chico que le gusta está por ella.

-Muy graciosa-dijo él mirándola de reojo-, pero no es eso.-Le hizo señas para que se acercase y bajó la voz al hablar con ella, pues no quería que nadie les escuchase.- ¿Recuerdas a este tío?

En la pantalla se podía ver la foto de un chico de tez morena y ojos oscuros, a un lado de la imagen ponía que tenía 25 años y que era mexicano. Mahy lo reconoció casi en seguida.

-Sí, es el chico que se pasó hace una semana por la comisaría preguntando por objetos perdidos, pero ¿qué tiene de importante?

-El día que vino, le dejé con la caja de objetos perdidos y fui al baño. Cuando volví, él me dijo que seguramente no habrían devuelto su cartera y se fue. Al sentarme en el ordenador vi la carpeta de un caso vigente abierta: el de las chicas desaparecidas. Admito que ese caso me interesa especialmente, y que lo ojeo todos los días en busca de algo que pueda ser de utilidad, pero ese día yo no lo había mirado. No preste demasiada atención a este hecho, pero al repasarlo hoy y descubrir su foto… Es el hermano mayor de Alejandra AMrtínez.

-¿Y por qué habrá venido dándonos un nombre falso?-se preguntó Mahy, entonces, al ver la cara de Gabriel y que él asentía como si fuera lo más obvio, negó con la cabeza.- ¿No creerás que querría saber algo del caso de su hermana y tomarse la justicia por su propia mano?

-Exactamente eso mismo pensé; me parece una locura por su puesto, pero uno nunca sabe hasta dónde llega un hombre por defender a su hermana pequeña, así que prefiero vigilarlo por si acaso. Su nombre verdadero es Roberto Martínez y, según la información falsa que nos dio, se aloja en una casa no muy lejos de aquí. Esperemos que no haya mentido en eso.

Tardaron media hora en llegar a la dirección que había en el formulario, pues era las siete y media de la tarde, hora punta.  Habían decidido ir de civiles y con el coche personal de Gabriel para pasar desapercibidos, aunque llevaban tanto sus armas como su placa con ellos escondidas. Iban a bajar del coche y poner rumbo a la pequeña casita cuando la puerta se abrió y por ella empezaron a salir uno por uno tres hombres, el último de los cuales era el que ellos habían ido a vigilar.

-Mierda-dijo Mahy cuando vieron que iban en su dirección y entrando en pánico al ver que los cristales del coche de Gabriel no estaban tintados-. Van a vernos, joder, Weys tienes que tintar los cristales, nunca sabes cuándo puede ser útil que no te vean.

Caprichoso destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora