Capítulo 9. Asalto

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Mara y Brendan se encontraban esa tarde en la sala de los ordenadores y las cámaras. La rubia se aburría tanto sin tener nada que hacer que decidió acompañar al chico a vigilar pos los diferentes monitores que allí había. El lugar era oscuro, lúgubre y caluroso, pues esa habitación no tenía ventanas ni luces y la única fuente de iluminación eran las ocho pantallas alineadas sobre un escritorio ante sus correspondientes teclados y torres que emanaban aire caliente.

-No entiendo cómo te puedes ganar la vida siendo informático-le dijo ella-, es un muermo.- Mara se había quitado la chaqueta de cuero en el momento en el que habían entrado y ahora iba con una camisa de tiros blanca.

-Ser informático no tiene nada que ver con lo que hago aquí. Es muy diferente.-Respondió Brendan con una sonrisa. Lo cierto era que le encantaba la compañía de la española, puesto que con ella nunca se aburrís y sus ocurrencias le hacían reír.

-Lo que sea-dijo ella agitando la mano para quitarle importancia al asunto.

-Tú eres la que quiso venir a ayudarme.

-Claro, mirar cuatro monitores y llamarte si veo algo extraño es una tarea taaaaan difícil que me tiene extasiada.

-Vamos, hablemos de algo para que no te mueras del asco.

-Genial-sonrió Mara-, ¿qué hay de las chicas?

-¿Las chicas?, están en la sala, ¿lo ves?-dijo él señalando a un monitor donde se veía a las muchachas de pie y con los ojos vendados.

-No hablaba de esas chicas. Me refería a las chicas que ha habido en tu vida.

-Ah, eso-dijo Brendan agachando la mirada.-No han sido demasiadas, a decir verdad.

-¿Ha habido alguna especial?

-Sí-dijo mirándola a los ojos y sonriendo con nostalgia-, la hubo.

-¿Y ya no está?

-Es… complicado.

-Supongo que es inglesa, una de esas preciosas rubias de ojos claros que suele haber por allí-razonó ella.-Pero está bien, si no quieres contármelo no pasa nada. Cada persona debe guardarse para sí mismo lo que crea conveniente.

-No es eso. Pienso que si te lo cuento no me verás de la misma forma.

-No seas bobo. ¿En serio piensas eso después de que te haya contado mi pasado? Vamos-dijo poniendo una mano en su hombro-, puedes confiar en mí. Te prometo no juzgarte.

-Fue hace unos años. Poco después de empezar las tácticas militares. Ella estudiaba enfermería militar. Yo tenía 21 años y era la primera vez que me enamoraba. Conseguí conquistarla y que fuera mi novia, pero era tan guapa que todos los chicos la deseaban. Incluso mi mejor amigo, que fue como mi hermano, a veces decía cosas como “si yo fuera tú, le daría más regalos” o “si estuviera conmigo, me aseguraría de que es feliz”. Un día me enteré en los vestuarios de la residencia de que ella y él se habían estado viendo a mis espaldas para “estudiar”-Brendan sonrió agachando la mirada-. Estaba clarísimo que a estudiar iban poco, porque cuando fui ese mismo día la su habitación para regalarle una rosa, quien abrió la puerta fue mi “amigo” en ropa interior. En ese momento enloquecí; yo solía ser un chico muy pacífico, pero la traición de mi mejor amigo y de esa chica sacó lo peor de mí. Nos peleamos, y en un forcejeo le di a ella con el codo en la nariz sin querer. Yo nunca, en mi vida, pegaría a una mujer. Te aseguro que fue un accidente.

Caprichoso destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora