Humano, frágil y débil humano, solo en este mundo llamado tierra. Caminó un momento entre la gente, nadie notaba su presencia, solo era uno más de aquellos humanos. Caminó por horas, de improvisto comenzó a caer... ¿agua? Desde que podía recordar en su vida de ángel nunca había visto ni sentido la lluvia, solo había escuchado sobre ella. Sintió el agua contra su rostro, se sentía... bien, le gustaba aquella sensación, la frescura de la lluvia era algo que no olvidaría. La lluvia aumentó y sus ropas quedaron empapadas, una nueva sensación surcó su cuerpo, era... ¿frío? No estaba seguro, nunca había sentido algo así, su instinto le dijo que lo mejor era resguardarse en algún lugar. Caminó despreocupadamente hasta que encontró un puente, se veía seco y seguro, bajó por la orilla y al asomarse vio a un hombre tendido en el piso, aun respiraba pero no por mucho, pues tenía serias heridas hechas especialmente para que agonizara antes de morir. Se arrodilló a su lado y le volteó, sabía quien era; como ángel, conocía cada alma de la tierra y la de ese hombre era de las que iban para abajo. Contempló el dolor de aquel hombre que a cada segundo se alejaba más de ese mundo y, un momento antes de caer en la inconsciencia, el hombre estiro la mano y le tocó el rostro.
- Ayúdame... -
El rubio, al ver que el hombre perdía fuerzas y dejaba caer esa fría mano, decidió intervenir. Abrió sus blancas alas de ángel, las cuales ya no le servirían para volver al cielo, y con ellas cubrió el cuerpo de aquel hombre, curando sus heridas. El ángel sintió su cuerpo cansado y otra sensación surcó su cuerpo era... no sabía cómo describirla pero su mente la describió como dolor. Al tiempo que curaba esas heridas, curaba aquellas que aparecían en su cuerpo, pronto las fuerzas llegaron a su límite y se desmayó junto a aquella alma al borde del abismo.
...
Abrió sus azules ojos en un lugar que no reconocía, estaba cubierto por una manta, miró a su alrededor y vio al hombre que había salvado, ahora podía ver bien al poseedor de tan oscura alma, tenía el cabello verde y en su oreja izquierda tres pendientes, se encontraba bebiendo café de espaldas a él. Se levantó con dificultad y caminó hasta el hombre.
- Soy Zoro - dijo sin mirarle.
- Hola, mi nombre es Sanji -
- ¿Por qué me ayudaste? -
- Porque pediste ayuda -
- Dime ¿Quién eres en realidad? - dijo mirándole con rudeza.
- Si te digo ¿me creerías? -
- Pruébame -
- Pues, soy un ángel, un arcángel para ser más exacto -
- Y ¿Qué se supone que hace un ángel de su rango aquí? - dijo sarcásticamente.
- Nada en especial - dijo encogiéndose de hombros - solo he sido castigado por desafiar a dios -
- ¡¿Qué?! - dijo Zoro escupiendo su café -¡¡¡¡¡jajaja!!!!! Pero que divertido -
- A mí no me parece divertido, se enojaron solo por cuestionarle -
- Y ¿Qué hiciste? ¿le atacaste? ¿le insultaste? ¿te revelaste? - preguntó interesado.
- Parece muy divertido para ti ¿no es así? - dijo Sanji con molestia.
- Pues claro, si le tuviera enfrente le echaría unas buenas broncas por este mundo de mierda - dijo frío y volviendo a su café - un mundo donde solo los fuertes sobreviven -
- Vosotros sois los que lo han convertido en eso -
- Tsk, no me vengas a sermonear ahora -
- ¿oniichan? -
- Kuina, deberías estar durmiendo - le regañó el peli verde.
La chica tendría unos diez años, de cabello corto hasta los hombros y azul oscuro, poseía un alma pura, hasta ese momento iría al cielo sin juicio por su corta existencia, la chica miró al rubio con unos ojos profundos, rebosantes de tristeza.
- ¿Quién es? -
- Un amigo -
- ¿amigo? ¿Cómo Usop? -
- No se - dijo mirando a Sanji.
- Bueno... yo... - no pudo terminar de hablar pues fue interrumpido.
- ¡¡Roronoa!! -
Unas voces fuera de la "casa" del peli verde les alertaron, definitivamente no sonaban amistosos, la chica se escondió en uno de los cuartos, mientras Zoro cogía unas katanas rápidamente. Sanji no sabía qué hacer ¿Qué pasaba? ¿Por qué la chica se escondía? Unos cuantos hombres irrumpieron en la casa, armados prácticamente hasta los dientes, miraron a Zoro y luego al rubio.
- Parece ser que eres un hueso duro de roer, Roronoa -
- No se desharán de mi tan rápido -
- Eso lo veremos -
Comenzó la pelea entre Zoro y otro tipo, uno de cabello negro y grandes ojeras marcadas, si no mal recordaba, su nombre era Law, unos ángeles comentaban sobre su alma después de que este le quitara la vida a unos tipos para traficar sus órganos, era un alma condenada igual que la de Zoro. Las katanas de ambos chocaban entre sí, estaban tan ensimismados en la pelea que el grito de una niña les sobresaltó a ambos. Un pelirrojo sin cejas traía a Kuina del cabello.
- Miren lo que escondía el bastardo -
- ¡Kuina! -
- No te distraigas, Roronoa-ya - le dijo el pelinegro provocándole un corte en el brazo -
- ¡Zoro! - dijo el rubio al ver la herida.
- ¡no te fijes en mí! ¡sálvala a ella! -
Sanji trató de desplegar sus alas pero no tuvo resultado, no sentía su poder, le habían sellado. Unos cuantos hombres le sometieron con facilidad contra el piso, mientras Zoro también era inmovilizado por Law y unos cuantos hombres más. Les sujetaron solo para mostrarles como entre dos hombres desnudaban a la chica que se resistía, el de cabellera roja, quien al parecer era el líder, les miraba mientras los otros dos se bajaban los pantalones y comenzaban a violarla, profanando su puro cuerpo. La chica lloraba mientras era brutalmente abusada. Sanji contempló como la pura alma de la chica comenzaba a mancharse con odio y el deseo de venganza, aquella alma tan pura estaba siendo manchada frente a sus ojos y no podía hacer nada ¿Dónde estaba dios? ¿Por qué no hacía nada?
Una explosión alertó a los intrusos, quienes dejaron lo que hacían y comenzaron a huir, siendo uno de los primeros Law, quien ya estaba en la puerta.
- Kidd, debemos irnos ahora -
- ¡vámonos! - dijo dando órdenes a sus hombres - no me iré así nada mas -
Un disparo.
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Con las alas en la tierra
FanfictionSus alas blancas se expandieron todo lo que podían, armonizando con su delgada figura, un bello ángel de cabellera rubia que, por desafiar a dios, recibió un castigo...