Parte 25: Los tres Jueces del Infierno - Juicio.

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Caminaron a través de las verdes llanuras, acompañados de espectros sin forma que gemían lamentos ininteligibles antes de tomar otro rumbo. Unos cuantos se acercaron a los humanos, como cachorros vagabundos, antes de ser correteados por el demonio de fuego.



− No dejen que los toquen –advirtió.

− ¿Qué son? –interrogó la pelirroja.

− Muertos –comentó el demonio –humanos que, por no conocer a dios, están obligados a permanecer aquí.

− Obligados a permanecer lejos de dios –comentó Judas con pesar –las almas que no logran llegar a los Campos Elíseos poco a poco olvidan su forma y su lenguaje, convirtiéndose en seres sin voluntad ni pensamiento.

− ¿Pero por qué se acercan a nosotros? –interrogó Zoro alejando a uno con su espada rota.

− Son lo más vago que recuerdan de su vida anterior.

− Es horrible –lamentó la pelirroja.

− ¿Cuántofalta?–cambió de tema Ace.

− Ya hemos llegado.



Al levantar la vista se encontraron con una edificación rocosa, como la entrada a un gran cañón. El cielo, antes azul despejado, ahora lucía un amenazante rojo atardecer. Era como un permanente ocaso, que daba paso a la noche eterna en el infierno.



− ¿De dónde salió todo esto?

− Es el Palacio del Juicio –respondió Sabo –solo los demonios podemos llegar a él.

− Mientras ustedes creían caminar por los prados–explicó Judas –nosotros los acercamos al Palacio sin que se dieran cuenta.

− Los vivos no pueden llegar ante los Jueces del Infierno pues no pueden encontrar el camino, no sin la ayuda de los demonios.

− No veo por qué un vivo quisiera llegar a ellos –comentó Usop con algo de miedo.

− Muchos vivos han intentado llegar aquí –le respondió Judas –mortales desesperados por encontrar a sus seres amados, vivos en busca de revivir a los muertos.

− Puedo entenderlos –murmuró el pecoso afirmando inconscientemente el lugar donde guardaba su memoria.

− Muchos terminan como estos espectros y otros solo reencarnan como demonios.



Poco a poco, se habían acercado lo suficiente para ver lo que se escondía al final de los Prados de Asfódelos: un gran vacío infranqueable, un barranco sin final, un acantilado sin fondo y, a una distancia lejana, se alzaba el gran Cañón con un aspecto imponente y temible.



− Este es el Palacio del Juicio –comentó señalando el paso entre las montañas y, luego de una pausa, añadió –nuestro destino es un poco más allá de los tres Jueces, procuren salir con vida.

− ¡¿Qué?!



Y, sin explicar nada, los arrojó al interior del precipicio.

Con las alas en la tierraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora