Caminaron lentamente por el estrecho y sinuoso camino, el humor era pesado en el pequeño, y ahora silencioso, grupo preso del pasado trágico y memorias manchadas. Al salir de la garganta una gran tormenta los recibió, con violentos vientos y gritos perdidos, la tierra árida se extendía hasta donde las ráfagas furiosas permitían la vista. Una persona calló a pocos metros del final de la garganta y, con expresión horrorizada, alzó la mano en busca de ayuda, pero de nada sirvió, el viento azotó nuevamente y se llevó al hombre dejando únicamente el grito de este, que se desvaneció entre los demás aullidos.
− ¡¿Qué clase de lugar es este?! –gritó Usop para ser escuchado por sobre el viento.
− ¡Llegamos al segundo círculo! –vociferó Sabo con una sonrisa – ¡Lujuria!
− ¿No debería ser... mas...? –murmuró el pelinegro, pero abandonó su idea.
− ¡Los vientos de la pasión son muy peligrosos! –rió el demonio – ¡Debemos llegar hasta el castillo del jefe! –les señaló la tormenta misma.
− ¡Moriremos! –Le gritó Nami.
− ¡Puede ser! –le respondió con una sonrisa – ¡Pero es el único camino!
− ¡Debemos separarnos! –comentó Judas – ¡Solo puedo llevar a dos por la tormenta!
Tomó unos momentos antes que el pequeño grupo se separase en dos: Judas llevaría a Nami y Usop bajo la protección de la Vara de Aarón, la cual, a medida que bajaban perdía su poder de protección; Sabo, por su parte, guiaría a los dos ángeles y a Zoro a través de la ventisca.
El grupo de Judas fue el primero en salir, con una breve despedida, prometieron encontrarse en el Palacio, un lugar desconocido para los humanos y ángeles que los escucharon. El traidor alzó la Vara y, con un cálido brillo, cubrió como escudo a él y los dos humanos para luego guiarlos por la tormenta. Apenas habían avanzado un par de pasos cuando desaparecieron entre los vientos y fue hora de que el segundo grupo se preparase para salir. Con ciertas dudas, Zoro contempló el lugar por donde desaparecieron sus compañeros.
− ¡No te preocupes! –le dijo el demonio a Zoro – ¡Tu contrato debe protegerte!
− ¡¿Cómo lo sabes?! –demandó el peli verde con desconfianza.
− Chico ¡Tienes esencia de ángel en toda tu aura! –se burló el demonio antes de advertirle a los demás – ¡no se separen, quien se pierde en este sitio jamás regresa!
Con esas palabras, arrojó una cuerda negra y les indicó como sujetarse de ella. Una vez que todos cumplieron la indicación, el demonio de fuego alzó sus llamas hasta casi abrasarlos vivos para luego lanzarse a la tormenta donde casi se apagó su fuego. Uno a uno, ingresaron a la tempestad siguiendo al demonio de fuego, unidos únicamente por la soga negra como guía, primero fue Luffy, luego Ace, Zoro era el último al final de la cuerda y, poco a poco, perdió de vista a quienes iban por delante de él.
− Sus labios... eran tan hermosos... que no podía resistirme.
− Ella me amaba... por eso era mía.
− Necesitaba tocar su cuerpo... y llegar más allá de su alma.
− ¡Era amor!
Las voces giraban entre las ráfagas que azotaban su cuerpo, murmullos femeninos y masculinas le hablaban entre gritos y susurros que lo hacían sentirse cada vez más ahogado. Incluso, llegó a sentir unas manos aferrarse a su hombro herido.
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Con las alas en la tierra
FanfictionSus alas blancas se expandieron todo lo que podían, armonizando con su delgada figura, un bello ángel de cabellera rubia que, por desafiar a dios, recibió un castigo...