Parte 24: El Primer Círculo - Limbo.

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Frío, todo lo que podían sentir era el frío del agua a medida que los arrastraba hasta su fondo. No había forma de nadar en aquella sustancia liquida mas similar al fango. Una luz pareció brillar en algún sitio antes de que todo se volviera oscuro.

Zoro abrió lentamente sus ojos, encontrándose acostado sobre hierba verde mirando un cielo azul sin nubes. Deseó quedarse así para siempre hasta que el recuerdo del rubio lo alertó. Se incorporó exaltado descubriendo a sus compañeros de viaje dormitando junto a él.



− Hey ¡Despierten! –exclamó en voz baja removiendo a Usop.

− ¿Qué sucede? –interrogó el adormilado – ¿Dónde estamos?

− Llegamos al primer círculo –advirtió Judas mirando a la distancia –tenemos problemas.

− ¿A qué te refieres?

− Galdino nos la jugó –comentó molesto –estamos en la entrada de los Campos Elíseos.



Todos siguieron con la vista la mirada de Judas y contemplaron el gran castillo inalcanzable del cual les habló. Todo lo que los rodeaba eran grandes extensiones de pastos verdes y flores de asfódelos, ningún lugar para esconderse. Se incorporaron y miraron tanto arriba como a su alrededor ¿No estaban por ahogarse hace unos momentos? ¿No estaba el oxígeno escapando de sus cuerpos y la viscosidad del agua fría cubriendo sus cuerpos?

Pero en aquel lugar era diferente, tranquilo, las altas flores blancas sobresalían de la hierba y se agitaban al son de una suave brisa. A lo lejos veían figuras de corma humana pero tan lejanas que casi desaparecían entre la hierba a lo lejos, se movían de forma errática y sin sentido, de un lado y al otro sin relacionarse entre ellos ¿Qué clase de castigo era aquello?



− Debemos irnos antes que Minos nos encuentre –comentó Judas –no nos queda otra que entrar en el castillo.

− ¿No debíamos evitarlo?

− En lo más posible –concordó –pero creo que alguien nos podrá ayudar.

− ¿Aquí?



Ignorando la pregunta, el traidor caminó decidido a la fortificación, todos le siguieron sin más cuestionamientos con la esperanza de encontrar pronto al rubio y salir de aquella locura. Bordearon las gruesas paredes hasta toparse con las grandes puertas abiertas, las cuales mostraban unos campos más coloridos, más llenos de vida. Lograban distinguir gente dispersa en los campos, descansando sin preocupaciones, pensativas hablaban entre ellas o cavilaban silenciosamente.



− ¿Qué es este lugar?

− Son los Campos de Elíseos, el paraíso en el infierno.

− ¿Cómo es posible? –se preguntó el ángel.

− Este es el paraje para no bautizados y los paganos virtuosos quienes, pese a no ser pecadores, no conocieron a Dios –explicó –su única condena es ser separados de dios.

− ¿Hay demonios aquí? –interrogó Usop

− Sí, aunque no muy fuertes –meditó –solo vigilan que las almas no crucen de los Prados Asfódelos a estos campos.

Con las alas en la tierraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora