Parte 23: ¡Bienvenidos al Aqueronte!

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Cayeron un par de metros por una densa neblina, escucharon el crujir de la tierra cerrarse sobre sus cabezas y con ello solo quedaba la oscuridad ¿Cómo saber que no habían caído en una trampa? Pero, antes de poder manifestar su miedo, cayeron sobre la arena grisácea y toda la oscuridad tomó un color gris nuboso. Desconfiados, los vivos se reunieron en torno a Judas cuya vara emitía un leve destello reconfortante.


− Cuesta acostumbrarse a la luz de los muertos -comentó mirando "el cielo"

− Todo estaba oscuro como boca de lobo hace unos momentos ¿De dónde viene la luz?

− De ningún sitio en específico -respondió -no hay sol aquí abajo pero hay luz porque las almas se aferran a ella.

− Pareciera como si estuviésemos en el mar -comentó Usop mirando la gran franja de agua interminable.

− ¿Cómo es posible que haya un cielo aquí? -interrogó Ace mas para si que para todos.

− Dicen que el cielo también tiene "su cielo" ¿No es verdad? -refutó el traidor.

− Bueno... pero aquí estamos literalmente bajo tierra... digo ¿No es una pregunta normal? -se excusó.

− Cuidado ¡Alguien viene!


Se refugiaron tras un gran roquerío atentos a cualquier sonido. Primero escucharon unas pisadas en la arena lejana, luego gritos y clamores atormentados, finalmente el zumbido casi imperceptible entre tanto grito. Al asomar un poco sus cabezas vieron de reojo un gran león blanco pasar a gran velocidad sin reparar en ellos, al seguirlo con la vista, repararon en un demonio que lo cabalgaba sujetando un estandarte vacío.


− ¡Vamos Richie! -gritaba el demonio a la bestia - ¡Mas rápido!


Antes de comprender a que se debía la prisa, los gritos y clamores se volvieron más intensos, las pisadas se escucharon más numerosas y el zumbido más fuerte y persistente. Al volver la vista a por donde había llegado el león Richie descubrieron que lo seguía una gran muchedumbre con rostros deformados por los gritos de dolor que clamaban a cada segundo ¿La razón? Millares de abejas furiosas los perseguían y obligaban a correr para escapar de los filosos aguijones listos para quien se quedara atrás.


− ¡Ayuda!

− ¡Me rindo!

− ¡Sálvennos!


Los ruegos desesperados les incitaban a salir de su escondite en ayuda de las pobres almas mas Judas los detuvo antes de que lo intentaran.


− No podemos hacer nada -murmuró -este es el castigo para aquellos que nunca persiguieron un ideal o un propósito -les explicó -antes de poder abordar la barca, deben aguardar en las orillas del Aqueronte donde las abejas los obligan a correr tras un estandarte vacío -comentó dibujando un círculo en la arena -aquellas pobres almas son obligadas a correr ni siquiera por que deban ir tras él si no para evitar las picaduras dolorosas de aquellas abejas.

− Es horrible -murmuró la pelirroja tapando sus oídos para mitigar las voces aun audibles a la distancia.

− Y aun no llegamos al infierno -se lamentó Judas - ¡Cuidado!


Poco después que el último de los atormentados se perdiera en la distancia, unas abejas rezagadas los descubrieron y se disponían a atacarle cuando Judas se interpuso y mostró la Vara de Aarón que brilló con suficiente fuerza y calidez como para ahuyentar a sus perseguidoras. Estas se alejaron a vuelo veloz para volver a su grupo pero todos permanecieron incómodos y preocupados.


Con las alas en la tierraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora