Parte 8: Minutos

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Las plumas negras volaron frente al viejo y destartalado edificio, su fachada gris y los restos de lo que alguna vez fueron las letras de "hospital" les recibieron con ventanas rotas y camillas colgando de algunas de ellas, otras agitaban roídas cortinas como pañuelos de lágrimas de los muchos que habían sido ingresados y nunca salieron. El rubio deshizo el abrazo y sacó el reloj de su bolsillo, valiosos minutos habían desaparecido por ese pequeño truco, se sentía algo mareado... aun no podía controlar ese cuerpo envenenado con aquella oscura alma. Podía sentirlo, pensamientos asesinos y desagradables, el llamado de aquel edificio, toda la oscuridad le atraía al interior.

- ¿estás bien? - interrogó el peli verde colocando una mano en su hombro.

- Si... es solo que se acaba el tiempo - dijo con un jadeo, no quería recordarle que su energía astral también se acababa - intentaré guardar mi energía para no llamar la atención - dijo al tiempo que aquellas hermosas alas negras se desvanecían dejando unas plumas dispersas - vamos -

- Si - dijo algo preocupado.

Ingresaron con cautela, la gran recepción se veía tal como cualquier otra, con rastros de su pasado concurrido: las grandes bancas de espera que ahora yacían desordenadas y muchas rasgadas, tres puertas que llevarían a los distintos pabellones del recinto, una de las cuales se encontraba cerrada con una oxidada cadena pero candado nuevo. Un viejo perro le ladró al rubio con miedo, sin atreverse a atacarle, solo una mirada con aquellos ojos carmesí bastó para que el animal callara y corriera lo más lejos del lugar. Caminaron escuchando el eco de sus pasos, la poca luz que se filtraba a través de las ventanas inferiores bloqueadas con madera era suficiente para leer el letrero desgastado de la puerta con candado: cirugía.

- No sé tú - dijo el peli verde - pero mi instinto me dice que es por aquí -

- Yo también lo creo - dijo el rubio sujetando su cabeza.

- ¿te duele algo? -

- No es nada... es solo... que este lugar me enferma - dijo con dificultad - la energía de este lugar... parece reaccionar con el alma que consumí -

- ¿es muy malo? - preguntó lamentando no entender al rubio, solo que parecía sufrir.

- No te preocupes - dijo colocando una expresión molesta mientras aquellas gruesas garras volvían a formarse en su mano - debemos apresurarnos - dijo cortando aquellas cadenas sin dificultad.

La puerta cedió sin complicaciones después que las cadenas cayeran con estruendo al piso, si ese bastardo estaba dentro ya sabía de su presencia. La mano volvió a su forma normal ¿Cuánta energía habría perdido en ese movimiento? No quería mirar el reloj, quizás lo último que lograra antes de acabar su existencia fuera salvar aquellas chicas, luego sería juzgado como traidor del cielo y quizás nunca volvería a renacer como ángel ¿Qué tan malo sería? Después de todo, uno nunca podría recordar su vida anterior. Caminaron por el largo y frío pasillo que seguía a la puerta, manchas de sangre seca se veían por distintas partes, el olor a muerte y las ratas que correteaban llenaban el angosto espacio. Nauseas, a cada paso se sentía más nauseabundo, como si supiese lo que encontraría más adelante, como si hubiese visto lo que ocurría dentro de esas paredes. El pasillo llegó a su fin solo para llegar a una pequeña sala de espera, cubierta de grandes manchas de sangre de quien sabe cuánto tiempo. Cinco puertas en distintas direcciones de la sala se encontraban cerradas frente a ellos: dos correspondían a baños, una de ellas indicaba una oficina y las dos últimas eran unas puertas dobles con el gastado letrero de pabellón y morgue ¿Quién se le habría ocurrido la brillante idea de dejarlas tan cerca? Quizás un motivo para que cerraran... o quizás la razón de la cercanía entre ellas. Unos susurros atormentaban la cabeza del rubio, como si gente sin voz gritara por ayuda, clamores silenciosos que le ahogaban y le ponían de los nervios y una voz interior que le recordaba el poco tiempo, quizás una hora, quizás menos.

Con las alas en la tierraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora