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El lugar estaba inmaculado, como si no hubiera pasado nada, ni siquiera en las calles estaban los cientos de cuerpos de todas las personas asesinadas, ahora era un lugar con poca población, sólo nosotros y los pocos sobrevivientes que son prisioneros, sin contar a las prostitutas que ni las tocaron, claro que a ellos no les conviene matarlas.

A diferencia de las afueras de la gran casa donde nos quedábamos, la habitación era un tanto "natural" paredes color crema y variedades de flores ilustradas en ellas, una cama muy grande que iba decorada con muchas almohadas, ¿Quién necesita tantas almohadas? Es una de las pocas habitaciones con baño y esa es una de las razones por la que la elegí, aparte de que es la más apartada de la gran casa. También es la única que tiene balcón, donde se puede apreciar un hermoso jardín con variedades de flores hermosas y árboles frutales, es como perfecta para ambas. Y ahí era donde estamos, en el balcón contemplando todo.

—¿Qué dices? ¿Nos quedamos con esta o nos cambiamos?— mi curiosidad salió a flote, desde que entramos a la habitación no ha dicho ni media palabra.

—Es hermosa Lauren— echa un vistazo alrededor, hasta que su mirada reposa en mi—. No importa donde estés, sino con quien estarás— musita con toda la intención de dirigirse a mi.

—Lo que has dicho ha sido hermoso.

—Hago lo mejor que puedo— dijo con aires de grandeza

—No seas tan modesta Karla.

—No me digas Karla— enfadada y cruzada de brazos es como está. Sé que finge, nunca he llegado al punto de exasperarla de tal manera.

—Acompañame adentro quiero mostrarte algo, por favor Camila— cedió sin objeción, y nos adentramos a la habitación.

Iba con mis manos sobre sus hombros, mis manos que añoran acariciar esa piel suave como la seda. Ya adentro, la llevé al borde derecho de la cama estando de pie.

—He visto algo hace nada y creo que puede ser útil— comenté con intención de abrir un tema que a ambas nos compete.

—Si es alguna táctica para asesinar a alguien más rápido no estoy interesada— reí bajo ante su ocurrencia.

—No tiene nada que ver con eso. Mejor dicho sí, pero no involucra ningún arma, además, tampoco sé ninguna táctica para asesinar ni a una mosca.

—No puedes matar a una mosca pero si puedes romperte la mano golpeando algo, oye eso tiene mucho sentido— sonreí ante eso al igual que ella lo hizo. Me era imposible no sonreir teniéndola cerca.

—Mira tú, no lo había pensado— la vi con intensidad, requería concentrarme para lo su haría. Pasé un brazo por detrás de su espalda, su sonrisa era notable como también lo era su atención en mis labios. Los lamí, porque no quería que viera la vacilación en mis ojos— Voy a golpearte.

—Tú... ¿Qué?— se veía nerviosa y confundida.

—Te explico encanto— pasé el revés de mis dedos por su rostro con delicadeza y burla, plasmando una sonrisa cínica para que me tomara con seriedad—, como es costumbre cuando un sirviente, esclavo o como lo quieras llamar hace algo mal lo castigan, ¿Y como lo castigan?

—Golpeándolo.

—Exactamente. Voy a enseñarte como voy a golpearte— intentó alejarse, fui más rápida y la jalé bruscamente hacia mi. Ella forcejaba—. No te equivoques. Harás lo que yo te diga, como te lo diga y cuando te lo diga ¿Entendido? ¿O debo darte una probada de lo que pasa cuando me desobedeces?— niega sin dudar —. Besame.

Lo hace, me besa, sin embargo este beso no es dulce como los anteriores, hay temor en el, repulsión, es hostil y amargo. Lo pienso antes de invadir la zona íntima de sus pechos, los aprieto por encima de su ropa, sus labios tiemblan al contacto de los míos; estoy cuestionandome si he sobrepasado mucho los limites.

Mar Dorado | Camren.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora